Artículo de Daniel Schávelzon y Patricia Frazzi publicado en la Revista de Historia Bonaerense, número 33, Año XIV, correspondiente al mes de agosto de 2008, pps. 36 a 44, del Instituto y Archivo Histórico Municipal de Morón, ISSN 0329-871, Morón, Provincia de Buenos Aires, Argentina.
En la década de 1820 cualquier viajero criollo, porteño o europeo por tierras pampeanas, agradecía la existencia siquiera de un sitio bajo techo donde pasar la noche, que le dieran algo de comida y hubiera siquiera un jergón donde apoyar su poncho y montura; hay mil historias, más o menos exageradas, más o menos verdaderas, de lo que eran esos sitios. Una generación más tarde y en esos mismos lugares, era ya factible que alguien le diera alojamiento en una casa o estancia, a veces modesta pero con una cocinera y una cama; al menos si era extranjero seguro que un connacional lo hacía. Otra generación después -hacia 1860- era ya impensable que no hubiera un hotel, habitualmente regenteado por un europeo, con espacios privados donde comer y dormir con sábanas, y una lista para elegir qué cosa comer. Y otros pocos años más tarde -hacia 1870- esos hoteles eran ya los centros de la actividad social de las ciudades y pueblos, lugar de casamientos, fiestas y velorios, lunas de miel y lugar de encuentro para estancieros y viajantes de comercio.
Es cierto que por muchos años esos hoteles no eran más que casonas que en poco se diferenciaban, al menos al exterior, de una casa grande; lo distinto era el servicio, la función que prestaron en el desarrollo del movimiento generado por el ferrocarril, los nuevos caminos tras la expansión roquista y el avance imparable de la economía del Capitalismo. Estas historias ya contadas siguen siendo interesantes para el ámbito de la provincia de Buenos Aires, donde su crecimiento fue acelerado y sirvieron, a la vez que fueron el resultado, del proceso económico que ayudaban a reproducir.
La idea de excavar un hotel temprano de una población de dimensiones medianas en la provincia, entender con detalle su forma, sus transformaciones, los objetos de uso diario, surgió ante una solicitud de la comunidad de Mercedes que intentaba recuperar algunos espacios de su memoria ante los terribles embates de las crisis económicas del final del menemismo. Si se trataba de recuperar los momentos de gloria de un grupo social o si se quería satisfacer una curiosidad intelectual, no importaba; lo concreto es que surgió desde la comunidad la idea de excavar el desaparecido Hotel Nogués, símbolo de una época de esplendor y que fuera demolido absurdamente -aún continua el lote abandonado-, con una fuerte presencia en la memoria. (1) El terreno, una vez derrumbado el edificio en la década de 1970, fue donado a los Bomberos Voluntarios ya que no tenía valor real de venta, quienes lo dejaron vacío y así sigue.
La ciudad de Mercedes no tenía experiencia en arqueología urbana; con anterioridad hubo dos hallazgos, uno pionero que consistió en el descubrimiento de un par de pozos, uno de desagüe y otro a la napa, ambos debajo del piso del Municipio, que por suerte fueron conservados. El segundo caso se hizo por parte de un grupo de vecinos interesados en su historia, con una excavación sin control arqueológico, para ubicar el antiguo fuerte de la ciudad aprovechando un lote baldío que se iba a usar de estacionamiento.
Frente al pedido de la comunidad y a partir de esas dos experiencias era factible asumir que la ciudad tenía un fuerte potencial para la arqueología, y si bien no había en esos casos una profundidad cronológica larga, quedaba claro que al menos desde el siglo XVIII estaban aún allí las evidencias materiales de su pasado. En base a esta conclusión se diagramó una primera excavación que tenía por objetivos: 1) Comprender las características del terreno del antiguo Hotel Nogués que mostraba fuertes desniveles y restos constructivos; 2) Hacer una primera aproximación hacia la cultura material de la vida cotidiana en una ciudad en crecimiento en el siglo XIX; 3) Estudiar los sistemas constructivos, infraestructura de servicios sanitarios y cambios edilicios de un edificio importante en su época y que siguió en uso por un siglo. En esto último era importante saber si era posible que hubiera habido más de una época constructiva, es decir si el hotel fue o no siempre igual a cómo llegó a su demolición. Podríamos sumarte el que el Museo Miguez estaba interesado en incrementar sus colecciones con materiales de la vida doméstica e incluso tener un sitio excavado y restaurado para aumentar el interés del visitante.
La ciudad tomó su nombre actual en 1854 ya que anteriormente era la conocida Guardia de Luxán y sus orígenes se deben, como en muchos casos en la provincia, a un primer sitio de concentración de población en un lugar estratégico en el camino de la sal pampeana, en las guerras contra el indígena y en las vaquerías, allí donde se instaló un fuerte para los Blandengues de la Frontera. Pero ese asentamiento no hubiese realmente prosperado si no fuera por el proyecto del virrey Vértiz de establecer nuevas ciudades tanto en Andalucía como en California, Patagonia y en las Pampas (De Paula 2000). De allí que se pasara de un fortín maltrecho a una ciudad trazada con un patrón preestablecido similar al de Buenos Aires. Por supuesto, las historias de tradición militarista quisieron ver al ejército como clave de ese proceso (Tabosi 1981 entre otros), pero ahora ya entendemos mejor la historia de este poblado. En base a eso no queremos entrar en la historia de la fundación, tema que ya ha sido historiado (iniciado por Yribarren 1937). Lo que sí es necesario destacar es que el sitio tiene una ocupación efectiva desde el siglo XVIII aunque este sector, cercano al segundo ferrocarril, debió crecer en la segunda mitad del siglo XIX tal como la arquitectura supérstite indica. Pero era importante considerar la posibilidad de la presencia de materiales culturales más antiguos.
Ese asentamiento inicial creció rápidamente y en los inicios de la segunda mitad del siglo XIX se transformó en un verdadero polo del desarrollo agrícola regional. Podemos ver dos imágenes excelentes de su plaza y su centro hechas por Cándido López en 1856 y por Dolores Saubidet de 1858 (Doratti 2000). En ambos se observa que la celeridad del cambio urbano hacía coexistir ranchos de techo de paja y paredes de quincha embarrada con verdaderas obras de arquitectura, incluso de dos pisos. La ciudad tenía para 1855, poco antes de la fundación del hotel: «dos escuelas del estado, una iglesia (…), dos plazas, cuatro escuelas, 52 casas de azotea, 473 de ladrillo con techo de paja, 816 de quincho, tres boticas, 16 tiendas, 37 almacenes, 2 confite-rías, 42 pulperías, 4 billares, 5 sastrerías, 13 carpinterías, 4 herrerías, 2 laterías, 8 zapaterías, 2 platerías, 5 panaderías y 23 atahonas, 13 hornos de ladrillos» (Pineda y Gamallo 1989:3).
Como puede verse no figura ningún hotel. Poco más tarde, en 1857 quedó establecida la primera Municipalidad, en 1868 llegó el Ferrocarril del Oeste que se instaló en el lado opuesto de la ciudad y del lado en que está este hotel el tren llegó en 1886, acelerando el cambio urbano en otra área de la ciudad. En 1870 se fundó el hospital yen 1876 la cárcel al igual que el primer diario; el hotel se inserta así en pleno momento de crecimiento de la ciudad y fue parte de él. Fue tan fuerte el desarrollo en los años que analizamos, es decir la década de 1850, que en 1856 fue llamado el ingeniero R. Urban para retrazar el plano del pueblo y ampliar el área de solares para edificar, generando cambios en la planta de la ciudad (Yribarren 1943:34).
El edificio que estamos historiando es posible que haya sido el segundo hotel de Mercedes, ya que sabemos que el Hotel del Globo funcionaba en los Altos de Torralba, ubicado en la esquina céntrica de las cales 26 y 27, estando en servicio al parecer desde 1854. El propietario era el señor Casaux, francés al igual que uno de los dueños del Hotel Nogués, el que fue fundado con el obvio y ostensible nombre de Hotel Francés. El único dato disponible sobre su fundación, al menos de que disponemos por el momento (y que sin duda debe ser revisado) es la referencia a su establecimiento en 1863 y cuyos propietarios fueron Luis Queirolt y Luis Paget. En 1870 el segundo dejó su lugar a Luis Chapuís, en una secuencia de Luises que sólo cambiaría cuando lo adquirieran los hermanos Nogués (Ortelli y Ungaro 1970:53).
El plano de la ciudad hecho por Tomás Arlenghi en 1868 nos muestra la planta del hotel original, ocupando nada más que la esquina en forma de L. Suponemos que la planta actual es posterior, en forma de patio rectangular rodeada por los cuatro lados de dependencias y un lote lateral con obras anexas, que debió hacerse hacia 1875. En esto, como veremos, coincide la arqueología con los pocos documentos encontrados. La historia impresa y oral recabada entre los historiadores locales indicaba que no había tenido cambios desde que fue inaugurado (Ortelli y Ungaro 1970:54; Tabosi com. personal). En las conclusiones ampliamos esta interpretación.
En el citado libro hay una fotografía de la esquina del hotel que los autores indican ser de 1875, basados en la lectura del cartel que ostenta el edificio en la pared. Y si nos ajustamos a los datos visibles parecería ser cierto ya que la entrada principal es por la esquina ochavada, la que estaba pintada de oscuro con un remate con escultura y dos florones (ahora conservados en el Museo); también se alcanzan a ver siete ventanas sobre la calle 25 y la entrada al patio por la calle 12. Recordemos que las ochavas se iniciaron con una ordenanza de 1871. Es decir, se trata del edificio tardío y, creemos, la foto fue tomada precisamente para la inauguración de la ampliación, de allí la concentración de gente, carros y caballos en la puerta. La historia ulterior debió ver como el hotel iba creciendo, llenando incluso el segundo lote o lo que debió llamarse «el fondo» hasta tiempos recientes. La demolición fue un evento recordado por la venta de los objetos del edificio, incluyendo el estaño del mostrador, lámparas y mobiliario original, con gran dolor para muchos pobladores para quienes la memoria del lugar era importante. Para la comunidad en ese hotel pasó largas temporadas Florentino Ameghino e incluso en las historias locales se narra la acumulación de fósiles que tenía siempre en el patio, causando molestias a otros huéspedes no tan ilustres, lo que debe ser más imaginario que real. Fue lugar de paso para muchos viajeros de su tiempo, lo usó habitualmente don Pedro B. Palacios (el poeta Almafuerte) y la cena que se le dio al presidente Avellaneda y las polémicas que allí se generaron quedaron indelebles en la memoria de la ciudad.
El terreno
El lote en que estuvo el hotel es hoy un cuarto de manzana baldío, de casi 40 metros de lado, cubierto de árboles, pastizales e irregularidades en el terreno. Gran parte de las paredes originales a la calle aun permanecen en su sitio. Tres grandes áreas presentan enormes agujeros y al parecer corresponden a sótanos tal como se indica en el plano original. Uno de ellos, de casi 10 metros de largo y ubicado sobre la calle 12, estaba hace unos años en buen estado y de allí se extrajeron azulejos franceses Pas-de-Calais conservados en varias colecciones privadas locales y en la del Museo Miguez. Sabemos que alguno de estos pozos estuvo relacionado con la existencia de unos baños públicos subterráneos existentes a finales del siglo XIX, tema sobre el cual volveremos.
La superficie del terreno está muy alterada, mucho más que lo habitual en una simple demolición; al parecer ha sido rutina desmontar el terreno de maleza con maquinaria, lo que ha producido hundimientos fuertes. También es posible que el terreno original haya tenido al menos tres niveles, con más de un metro entre el más bajo y el más alto, subiendo hacia el noreste. Pero hay varias trincheras muy grandes, alguna cortando el terreno de norte a sur, que creemos que fueron hechas para extraer cañerías o ladrillos de los cimientos y volver a usarlos. Algunos desniveles son producto de la existencia de pisos entablonados elevados con ladrillos, lo que produjo diferencias con otras habitaciones que fueron resueltas excavando. Es de lamentar que el sótano más grande coincida en gran medida con lo que fue el sector más antiguo, es decir la esquina misma, por lo que las posibilidades arqueológicas han desaparecido allí.
Desconocemos la planta original del hotel y, como ya dijimos, incluso es posible que haya sido en origen muy diferente a lo que ahora conocemos por los planos sobrevivientes, pero no tenemos los datos necesarios para resolver esta duda. Lo que sí estamos seguros es que en origen tuvo una planta en L apoyada sobre la esquina dejando todo el resto del terreno vacío. Al menos desde finales del siglo XIX el uso del lote estaba claramente dividido en dos mitades: sobre la esquina y apoyado sobre la calle 25 estaba el hotel ya en su segunda etapa constructiva, con planta rectangular con patio central. Una galería techada corría todo a lo largo del patio bordeándolo y abriendo a las habitaciones. Se entraba por la esquina, la que al menos en dos oportunidades fue remodelada en el mismo siglo XIX. Sobre la calle 12 había un zaguán que entraba directamente al patio, de tal forma que los huéspedes tenían acceso al bar, salón de fiestas y comedor y de allí al patio, o directo a él por la puerta del zaguán.
Suponemos, aunque no tenemos muchas evidencias, que en la segunda mitad del terreno estaba la casa del propietario; en algún momento en los inicios del siglo XX se construyó una ampliación que fue la base para que en 1945 se hiciera un anexo del hotel.
Antiguamente allí estaban las caballerizas y posiblemente todos los servicios. Con los años fueron agregándose la cocina, el galpón, baños, pasillos y otros espacios menores. Además y a simple vista en el terreno había evidencias de otros cuatro pozos o construcciones subterráneas menores, sólo cubiertas por pastizales y un poco de tierra.
Las excavaciones
En función del tiempo y los recursos se decidió trabajar en la zona central que ocupara la parte del hotel que creíamos como la más antigua conservada bajo tierra, dada la destrucción de la esquina por el gran sótano; además presentaba evidencias de pozos y estructuras visibles a la vez que mantenía un nivel parejo de piso. Se trazó sobre el terreno un reticulado de un metro de lado que medía 14 metros en dirección norte-sur y 5 metros este-oeste, cubriendo así una superficie de 70 metros cuadrados; luego se agregaron algunos sectores más alejados, en el terreno contiguo donde se encontró una fuerte acumulación de vidrios y desperdicios antiguos.
La estratigrafía básica está formada por una gruesa capa de humus negro que en algunos lugares alcanza un metro de profundidad, la que presenta alteraciones hasta en 60 cm, siguiendo luego un sedimento limpio y no alterado al menos a la observación macroscópica, y luego la tosca o tierra estéril. En algunas cuadrículas los restos culturales apenas descienden a los 5 cm ayudando a la hipótesis de que el hotel fue construido en su mayor parte de una única vez en ese sector, todos los materiales culturales hallados corresponden a la segunda mitad del siglo XIX o al XX.
La estructura subterránea (No. 1) más grande encontrada fue el aljibe. Estaba ubicado en la parte posterior del patio central del hotel y medía 3 metros de diámetro externo y poco más de 2,50 internos; la forma era la habitual: una cisterna cilíndrica cubierta por una cúpula con el agujero central, de 58 cm de diámetro -es decir, más chica de lo normal-, sobre el cual debió haber un estrecho brocal por donde se bajaba el balde para sacar agua. A su cúpula llegan tres desagües que traían el agua de las terrazas, uno en forma de albañal de ladrillos y los otros dos con caños de cerámica vitrificada, evidenciando su fecha tardía para este tipo de obras. Es evidente que al construir el aljibe se produjo un hundimiento diferencial del terreno por el mismo peso de la estructura, lo que provocó que el agujero central quedara inclinado. Dado que el brocal superior -lo que habitualmente llamamos °aljibe»-, debía ser de los que venían ya hechos en mármol en una única pieza, por lo que fue necesario modificar la boca adaptándola al brocal; para ello la corrieron unos centímetros y le colocaron un aro de hierro para asegurar estos cambios. Esto se observó al limpiarse con cuidado los ladrillos de la cúpula. Las cuadrículas que ocupó el aljibe son las 1C, 1D, 1E, 2C, 2D, 2E, 3C, 3D y 3E. Hemos fechado esta construcción para finales del siglo XIX, es decir para cuando ya funcionaba el hotel desde hacía varios años.
Otra estructura subterránea que pudo detectarse fue un pozo de agua (Estructura 2); ubicado casi al centro de lo que fuera el viejo patio en la cuadrícula 9B, debió preceder en su función al aljibe cercano. Se excavó hasta una profundidad de 2,20 metros por falta de tiempo y recursos, pero mostró estar totalmente revestido de ladrillos con un metro de diámetro y un ligero achicamiento hacia la parte superior, donde debió tener también un brocal. El hotel inicial debió sacar el agua diariamente de esa construcción.
La denominada Estructura 3, ubicada en la cuadrícula 14C, es un pozo ciego de dos metros de diámetro con una profundidad de al menos cinco metros, ahora con escombro al fondo y una cúpula de 14 hiladas de ladrillo. A esta llegaba un caño de asbesto proveniente de una cámara de Obras Sanitarias ubicada en la cuadrícula 13B, mostrando la modernidad de este sistema de desagüe que, si bien parecería ser antiguo, al menos debió seguir en uso hasta la demolición, en forma poco legal seguramente. La boca de entrada a este pozo estaba a un metro de profundidad. Esta estructura es muy moderna, quizás posterior ala década de 1950.
La Fuente o Estructura 5, ubicada con su centro en la cuadrícula 11D, resultó ser un ornamento de dos metros de diámetro, en forma de H mayúscula, con piso de baldosas y parte de su instalación de cañerías para agua aun intacta. Era una fuente recubierta de rocalla, muy al gusto de los finales del siglo XIX. Suponemos que la forma de una H que tiene debió ser por la palabra Hotel y quizás hiciera juego con otra con la inicial del nombre en el lado opuesto del patio. En las fotos puede verse su peculiar forma. Este tipo de decoración fue muy usada en jardinería, común entre 1875 y 1915, en una tradición básicamente francesa aunque también usada en Inglaterra, muy a gusto del romanticismo pintoresquista.
La denominada Estructura 4 estaba ubicada cerca del portón que ahora permite el acceso al terreno lateral del cuerpo principal, es decir lo que origen debió ser la casa del propietario y luego el anexo del hotel. Es un pozo ciego de dos metros de diámetro con su cúpula de ladrillo muy destruida, dos caños de asbesto que llevan los desagües y restos de un camino hecho con fragmentos de ladrillos, a un lado. También es una estructura reciente.
Por último hubo una cuadrícula interesante en el ángulo noreste del terreno. Allí se veía una concentración de fragmentos de vidrios, lozas y metal antiguos. Al excavarse se observó que los primeros 15 cm contenían cientos de fragmentos de botellas de ginebra y vino del siglo XIX tardío, para luego acabar al llegar a un nivel de 10 cm de escombro de ladrillo compactado; por debajo se halló una baldosa francesa en posición; tras otros 15 cm de sedimento negro con pocos restos culturales similares a los anteriores había un estrato de 7 cm de escombro grande y poco compactado, básicamente ladrillo, para seguir el humus limpio por otros 35 cm hasta donde comienza la tosca. Hemos interpretado esto como evidencias de dos momentos constructivos diferentes, correspondientes a la primera casa del propietario y a la ampliación del hotel, sucesivamente. Para éste último se levantó el nivel de piso con un relleno compuesto de tierra y basura doméstica la que, por efecto de la erosión quedó al descubierto después de la demolición.
La conservación de los objetos recuperados
Durante los días en que se realizó la excavación arqueológica se realizaron tareas de Conservación Preventiva in-situ que se basaron en minimizar el impacto postexcavatorio que sufren los objetos al ser retirados de la tierra. Esta experiencia resultaba poco habitual en la arqueología histórica y dadas las condiciones del sitio, el intenso frío y la lluvia, resultaron importantes para la salvaguardia de ese material cultural.
Los materiales enterrados están en un medio para el cual no fueron hechos. Bajo tierra sufren una serie de modificaciones debido al alto grado de humedad y a los agentes físicos y químicos que pueden modificar su estructura; pero pese a estos factores están adaptados a las condiciones bajo suelo donde han permanecido por muchos años. Cuando salen de la tierra reciben un fuerte impacto por el cambio brusco de humedad relativa y temperatura. Lógicamente para paliar esto, según la materia prima de los fragmentos rescatados, cambia el modo de accionar para su preservación. Dado que se hallaron objetos de cerámica, loza, gres, porcelana, vidrio, metal, huesos y material malacológico, la variedad de tratamientos fue grande y compleja. Por lo general se realizó una limpieza superficial mecánica, aunque con algunos de ellos, por relevancia y valor histórico, se limpiaron por vía húmeda. Estos últimos fueron los seleccionados para una exposición con fines didácticos que se instaló en el acceso al sitio, ya que la excavación fue muy visitada por periodistas, autoridades, estudiantes y vecinos de la ciudad.
Los objetos fueron guardados en doble bolsa de polipropileno indicando la cuadrícula o sector de la excavación y nivel del cual fueron extraídos. Esta identificación debe acompañar en el futuro a los materiales, durante todos los procesos, ya que un fragmento fuera del contexto donde fue hallado no puede ser identificado ni estudiado. Los fragmentos muy pequeños y frágiles fueron guardados en forma provisoria en tubos plásticos con su correspondiente identificación. Los materiales embalados fueron trasladados diariamente en un soporte rígido hasta el museo donde siguieron su proceso. Se realizaron algunas intervenciones mínimas, ya que no se contaba con equipo para trabajar más que lo que se pudo trasladar al sitio, pero valga de ejemplo el trabajo técnico mecánico, que ha hecho descubrir el aspecto estético e informativo de la chapa de numeración de la calle, rescatada de los restos derrumbados de la fachada del hotel; un pequeño objeto pero de alto valor museográfico. Se trabajó con palillos de bambú y bisturí para decapar la pintura que cubría la chapa
Otras tareas de la Conservación Preventiva fueron la seguridad no sólo de los objetos sino también la prevención de accidentes de las personas que trabajan en la excavación. Se advirtió sobre los peligros, se colocaron cintas de advertencia en los pozos, se trató de controlar las situaciones de hallazgo en todo momento, se ordenó el acceso de visitantes. Los materiales y herramientas fueron guardados diariamente en el Museo al cual se le dejaron un conjunto de recomendaciones: el mínimo manipuleo de los objetos, conservar todo en un ambiente estable de temperatura y humedad relativa, embalados con materiales inertes y mantenerlos en un depósito estable y seguro. Se sugiere la exposición permanente de los objetos más relevantes encontrados en la excavación. Para tal fin es importante la restauración de los objetos de metal cuyos productos de alteración continúan trabajando; vidrios y cerámicas son plausibles de adhesiones y limpiezas más profundas.
Conclusiones
Si bien los trabajos de excavación se reducen a un sector o muestra del terreno, se ha logrado avanzar en varios temas y responder a algunas de las hipótesis planteadas. Hemos entendido que el edificio, como toda arquitectura, tuvo cambios en el tiempo, y si bien no se han hallado evidencias arquitectónicas de los primeros años durante los que, según los planos, era una construcción muy chica en la esquina -justo allí se hicieron luego los sótanos destruyendo toda evidencia material- se ha logrado entender las dimensiones, ubicación y desplante del patio central y sus construcciones envolventes en la segunda época. Hemos logrado observar en gran parte los sistemas constructivos de mampostería de ladrillo y baldosas francesas e incluso la decoración del patio con rocallas en una fuente; incluso se encontraron pizarras que debieron usarse en alguna parte del edificio para mostrar prestigio ornamental. Hemos entendido que la segunda gran etapa a su vez tuvo cambios al menos en la infraestructura, lo que posiblemente implica cambios en baños y cocina. Hemos observado en las medianeras los hermosos -ahora casi borrados- restos de pinturas murales y estarcidos que decoraban los salones y habitaciones. Todo eso nos lleva a pensar en que era un hotel que, de vista y funcionamiento, era de categoría, la mostraba por todas partes y hacía uso y abuso de su afrancesamiento incluso en el patio-jardín.
Pero también vimos lo que estaba bajo tierra; el sistema de recolección de agua por ejemplo, que cambió mucho en el tiempo: el primer pozo bajaba a la napa directamente y el agua debió ser, como en toda la zona, salobre y contaminada; los pozos ciegos de las letrinas estaban a pocos metros de distancia. Los viajeros que llegaban al gran hotel con el nuevo ferrocarril y lujosa estación, dormían en buenas camas pero les daban de comer con un agua que estaba lejos de ser limpia. Los baños deberían distar mucho de ser sitios siquiera para permanecer breves minutos en ellos.
La construcción del gran aljibe debió ser importante para el hotel y sus huéspedes ya que significó por primera vez el acceso a agua no contaminada, sin sabores fuertes, decantada. Es cierto que quienes llegaban, si lo hacían de las grandes ciudades, venían de mundos en que ya existían las aguas corrientes y cloacas; para algunos era un descenso de salud e higiene, para otros debió ser todo un lujo. Por suerte, al menos para la preservación y el Museo, el aljibe se encuentra completo y puede ser recuperado y exhibido.
Pero la existencia de pozos ciegos y el hecho de que los mismos hayan estado en funcionamiento hasta la década de 1970, es un rasgo de negligencia municipal y de insalubridad impensable en una ciudad de la época, más para un hotel. No creo que los usuarios supieran que las condiciones de higiene eran, cuando se hacían fiestas y casamientos, de lo peor imaginable y la cocina debió ser una cacería de cucarachas cotidiana. Quizás estemos más que ante un caso de ineficacia administrativa, frente a un simple ejemplo de corrupción de los funcionarios correspondientes, que dejaron estar sin modernizar nada, si obligar a cumplir los códigos correspondientes.
Los materiales hallados, en especial vidrio y loza, mostraron similitudes con todo lo conocido en la región pampeana e incluso con Buenos Aires en cuanto a botellas de vino y ginebra holandesas, inglesas y francesas y lozas de Inglaterra primero y nacionales en el siglo XX. (2)
Agradecimientos: al personal del Museo Míguez y en forma muy particular a Liliana y Emilse Basualdo quienes generaron este proyecto; la ayuda de Laura Migale y Juan Carlos Doratti. Y a todos los amigos, conocidos y desconocidos que nos ayudaron, desde la Intendencia hasta los vecinos, por lo que este trabajo fuera una reunión cordial.
Bibliografía citada
Alberto DE PAULA, Las nuevas poblaciones en Andalucía, California y el Río de la Plata (1767-1810), Instituto de Arte Americano, Buenos Aires, 2000.
Juan Carlos DORATTI,«Las avenidas de Mercedes» en Anales del Instituto de Arte Americano, Buenos Aires, 1998, vols. 33-34, págs. 59-67.
Raúl ORTELLI y Albor HUNGARO, La sangre en las esquinas, Taller Gráfico Columbia, Buenos Aires, 1970.
Angel PINEDA y Enrique GAMILLO, La villa de Mercedes y el Banco de la Provincia de Buenos Aires, Ediciones del Banco de la Provincia, Buenos Aires, 1989.
Daniel SCHÁVELZON, Arqueología de Buenos Aires, Editorial Emecé, Buenos Aires, 1999.
Ricardo TABOSSI, Los Blandengues de la Frontera y los orígenes de la Guardia de Luján, Municipalidad de Mercedes, 1991.
Alfredo YRIBARREN, El origen de la ciudad de Mercedes, Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1938.
Alfredo YRIBARREN, Los archivos históricos de Mercedes, Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1937.
Notas
(1) La excavación se llevó a cabo en 2002 por invitación del Museo Migues y las autoridades políticas locales.
(2) Los estudios y cuantificaciones del material hallado serán presentados por la Lic. Laura Migale.