Ponencia realizada por Arqlga. América Malbrán Porto y el Arqlga. Ivon Cristina Encinas Hernández del Posgrado en Estudios Mesoamericanos, FFyL / UNAM, México en el marco del The Gordon R. Willey Simposium in the History of Archaeology realizado por The Society for American Archaeology 71st Annual Meeting en San Juan de Puerto Rico el 29 de Abril de 2006. Co-organizadores: Daniel Schávelzon and Eleanor King.
El estudio de las fuentes históricas de Mesoamérica y la arqueología de Nicaragua, ha servido para tratar de explicar la presencia de pobladores nahuas fuera de su teritorio, lo que ha generado acuerdos y oposiciones entre los especialistas. Se revisan las hipótesis establecidas, las contradicciones entre ellas y la manera en que los arqueólogos han establecido un mecanismo de centro-periferia que desde hace un siglo explica muchas situaciones que al parecer son bastante más complejas.
Nahuatl migrations to Nicaragua: a problem of archaeology or texts? The study of the historical sources on Mesoamerica and the archaeology of Nicaragua have both served to try to explain the presence of Nahuatl settlers outside of their territory, a fact that has generated both agreement and opposition among the specialists. This paper will review the established hypotheses, the contradictions among them, and the way that archaeologists have established a mechanism of center-to-periphery that for a century has explained many situations that are apparently substantially more complex.
Nicaragua, como toda Mesoamérica tuvo grandes cambios culturales por sucesos de diversa índole como las migraciones ocurridas a lo largo de su historia. Mucho se ha escrito sobre el puente geográfico que constituyó Nicaragua en el cruce de las culturas que originándose en el Norte y en el Sur del Continente debieron, obligadamente, tener su “choque” o encuentro en esta tierra; motivos muy poderosos como el hambre, la guerra y quizá las enfermedades, obligaron a estos grupos a emigrar y alejarse para siempre de su lugar nativo (Dávila Bolaños, 1963:13-14).
Aunque todavía no existe claridad acerca de la época en que migraron estos grupos, se sabe que aproximadamente hacia el año 500 DNE, ya existían comunidades alfareras que habitaban la península de Nicoya, el Istmo de Rivas, las islas del lago de Nicaragua y Masaya. A la cerámica encontrada no se le advierte una influencia mesoamericana, por lo que la migración tanto de los chorotegas como de los nicaraos debió provocar el desplazamiento de aquellos primitivos habitantes de sus asentamientos tradicionales, o bien, estos pudieron integrarse con los recién llegados. Pensamos que el análisis de las fuentes históricas puede permitirnos un acercamiento al conocimiento del origen de las corrientes migratorias que fluían por el territorio de la actual Nicaragua, tanto del Sur como del Norte, así como su estrecha relación con las comunidades nahuas del centro de México.
De acuerdo con Consuelo Sánchez (1994:30-33) los primeros grupos de tribus nómadas y seminómadas que llegaron a Nicaragua provenían del norte de México, y entre ellos se encontraban los otomíes y los toltecas. Los otomíes llegaron a construir un poderío, pero éste fue al poco tiempo destruido por los toltecas, quienes son considerados como los primeros grupos nahuas comprobables históricamente. Los toltecas se establecieron en el altiplano de México y después se trasladaron a Tula, donde constituyeron su centro político-ceremonial aproximadamente en la segunda mitad del siglo VIII.
Según los Anales, antes de la destrucción de Tula, Quetzalcóatl emigró con un gran contingente tolteca hacia el sur. La ruta seguida, al parecer, fue Cholula, Coatzacoalcos, hasta llegar a Yucatán.
Con la destrucción de Tula, al parecer por las invasiones chichimecas en el siglo XII, daría inicio la emigración y expansión de grupos toltecas-nahuas a lo largo de Mesoamérica transformando sus espacios regionales. Un grupo de nahuas-toltecas salió del centro de México rumbo a Cholula, en donde derrotaron a los olmecas históricos y se apropiaron del lugar. Siguieron avanzando hacia Veracruz, Tuxpan, Tabasco y el Soconusco, y de ahí otros continuaron hacia el litoral Pacífico de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua. Algunos se fueron quedando en el camino y formaron comunidades propias, o bien se integraron a grupos ya establecidos, pero otros más, como los nicaraos, continuaron su recorrido hasta sitios más lejanos como la actual Nicaragua (León-Portilla, 1972:7-9; Dávila Bolaños, 1964:3)
Con el relato del Padre Bobadilla, trascrito por Oviedo (1528), en el cual afirman los nahoas riverenses tener como patria original los lugares de Ticomega y Mahuatega, que Lehman identificó en 1915 con Ticomán y Miahuatlán, Cholula, México, los historiadores llegaron a la unánime conclusión de que estos nahuas eran toltecas, y que se establecieron en Rivas después de la caída de Tula (1150 d.C. aproximadamente), ésto es a finales del siglo XII o comienzos del XIII (Dávila Bolaños, 1964:3).
Miguel León-Portilla considera que los nicaraos, radicados a lo largo de la costa del Pacífico, tuvieron su principal asiento en el Istmo de Rivas, es decir, en la estrecha faja de tierra que se extiende entre el Océano y el Lago de Nicaragua (León Portilla, 1972:9).
En opinión de varios investigadores, el centro de México fue el punto de partida de los Nicaraos-Pipiles. Sin embargo, no hay acuerdo sobre su procedencia ni la época de su emigración hacia Nicaragua. Otros sugieren a Cholula como el lugar de origen de los nicaraos y la época de su emigración la ubican entre los siglos IX y XI. Como quiera, la mayoría coincide en que los nicaraos y pipiles eran de filiación nahua, y que emigraron juntos: los pipiles se establecieron en El Salvador y los nicaraos continuaron su camino hasta asentarse en la región de Rivas y de los lagos en Nicaragua (Sánchez, 1994: 33-34).
En cuanto a la emigración de los chorotegas a Nicaragua, o nicoyas, como los llama Torquemada, se trataba de un grupo que vivía en el Soconusco, Chiapas. Los chorotegas huyeron de Cholula ante el avance de los toltecas y de los olmecas-xicalanca, así como de otros grupos poderosos, derrotados y expulsados de sus originales territorios. Los chorotegas, entonces, se desplazaron hacia América Central, asentándose en Nicoya, Nicaragua. Según se deduce de lo señalado por Torquemada, los nicaraos y los chorotegas emigraron juntos desde el Soconusco hasta Nicaragua, aproximadamente en el siglo XII (Sánchez, 1994: 34; Dávila Bolaños, 1964:3).
De acuerdo con la información de Migliazza y Campbell, los chorotegas emigraron de Chiapas (sin indicar el lugar preciso), después del año 600 de nuestra era. Fray Gregorio García afirma que los chorotegas se dividieron en el Soconusco unos hacia Chiapas y otros hacia Nicaragua (Sánchez, 1994: 34).
García de León señala como “intrusos” de la región de Chiapas a los chiapanecos y los nahuas. Pero menciona que los primeros alegaban su antigüedad y decían venir de Nicaragua, o bien de Cholula, y constituyeron el más poderoso señorío militarista de los que dominaban la región chiapaneca en el momento de la Conquista (Sánchez, 1994: 35).
El mismo autor, haciendo referencia de un documento llamado Executoria de las tierras de los pueblos de Chiapa, Acala y Chiapila, 1706, señala que en él los chiapanecos hacen conocer que más de mil años antes de la conquista hispana estaban en posesión de sus derechos territoriales y habían enviado colonias a Nicaragua (Sánchez, 1994: 35).
Sobre los pobladores de Chiapas y Nicaragua, el padre Clavijero da una narración sumamente cristianizada: “Los chiapanecas, si damos crédito a sus tradiciones, fueron los primeros pobladores de América. Decían que Votan, nieto del gran anciano que fabricó la barca grande para salvarse del Diluvio con su familia, y uno de los que concurrieron a la construcción del alto edificio que se hizo para subir al cielo, pasó a poblar aquella tierra por orden de Dios. Añadían que habían ido aquellos pobladores por la parte del norte y que al llegar a Xoconusco se dividieron, yendo unos a poblar Nicaragua y quedando los restantes en Chiapas” (Clavijero, 1964: 62).
Migliazza y Campbell mencionan a los subtiavas como el último grupo étnico que emigró del norte hacia el Pacífico de Nicaragua, los cuales, al parecer, procedían de Guerrero, en México, y llegaron a Nicaragua cerca del año 1200 de nuestra era.
Hasta el momento no se ha encontrado documentación histórica sobre migraciones anteriores a la llegada de los chorotegas, nicaraos y subtiavas a territorio nicaragüense, pero existen materiales arqueológicos de pobladores alfareros en el Pacífico de Nicaragua antes del establecimiento de grupos mesoamericanos, comprobados históricamente.
Cuando los nicaraos comenzaron a penetrar en lo que es hoy territorio nicaragüense, los chorotegas ocupaban ya vastas regiones del litoral Pacífico, pero fueron desplazados hacia otros territorios por los primeros. Según Motolinia, los nicaraos llegaron por mar.
Por su parte, Francisco López de Gómara, coincide con la versión anterior al referirse a la fiesta de “Tozoztli”, en la cual, “ya los maizales estaban crescidos hasta la rodilla, repartían cierto pecho entre los vecinos, de que compraban cuatro esclavitos, niños de cinco hasta siete años, y de otra nación. Sacrificábanlos a Tláloc porque lloviese a menudo; cerrábanlos en una cueva que para esto tenían hecha, y no la abrían hasta otro año. Tuvo principio el sacrificio destos cuatro muchachos, de cuando no llovió en cuatro años, ni aun cinco, a lo que algunos cuentan; en el cual tiempo se secaron los árboles y las fuentes, y se despobló mucha parte desta tierra, y se fueron a Nicaragua” (López de Gómara, 1997: 316).
Aunque todavía no existe claridad acerca de la época en que migraron estos grupos, se sabe que aproximadamente hacia el año 500 DNE, ya existían comunidades alfareras que habitaban la península de Nicoya, el Istmo de Rivas, las islas del lago de Nicaragua y Masaya. A la cerámica encontrada no se le advierte una influencia mesoamericana, por lo que la migración tanto de los chorotegas como de los nicaraos debió provocar el desplazamiento de aquellos primitivos habitantes de sus asentamientos tradicionales, o bien, estos pudieron integrarse con los recién llegados (Sánchez, 1994: 38).
Los chorotegas, según la crónica de Gonzalo Fernández de Oviedo y la información arqueológica, habitaban el Golfo de Nicoya. Otros hallazgos en las islas del lago de Nicaragua, Masaya y algunos sitios de Managua, señalan a estos lugares como habitados por los chorotegas. También parte de la región de León y Chinandega era territorio chorotega, pero con un extenso asentamiento subtiava (Figura 2).
Siguiendo al autor nicaragüense Dávila Bolaños (1963:13), podríamos hacer un mapa etnográfico para el momento de la conquista española que, como podemos dilucidar, detuvo las corrientes migratorias que fluían por el territorio de la actual Nicaragua, tanto del Sur como del Norte (Figura 3).
A pesar de las pocas investigaciones arqueológicas realizadas hasta el momento en antiguas zonas de población chorotegas, en todos los poblados de Masaya se ha encontrado un gran número de pequeñas esculturas que nos recuerdan algunas representaciones escultóricas propias del estado mexicano de Guerrero, caracterizadas por tener los brazos cruzados sobre el pecho o en alto (Figura 4).
Igualmente, en la región de Managua las investigaciones arqueológicas han sido sumamente escasas. Sin embargo, los datos lingüísticos e históricos señalan a Managua como territorio chorotega con colonias de nicaraos. Una de esas colonias parece haberse establecido cerca de la ciudad de Managua, en la laguna llamada Asososca (Sánchez, 1994: 40). A partir del material arqueológico hallado en el Pacífico de Nicaragua podemos hacer ciertas inferencias sobre el grado de desarrollo alcanzado por los grupos de tradición mesoamericana.
Hasta el momento, no se han encontrado en Nicaragua restos de centros ceremoniales de la magnitud de los hallados en otras partes de Mesoamérica, sin embargo, no por ello debemos restarles importancia a aquellos asentamientos localizados hasta el momento.
Por otro lado, como menciona Dávila Bolaños “debemos aclarar, estos grupos humanos siempre fueron reacios a incorporar vocablos, armas, alimentos, costumbres, dioses, individuos y usos de otras tribus (…) Cada tribu que pasó por aquí o que se estableció definitivamente, fue celosa depositaria de su individualidad y personalidad. No hubo babel de razas, ni fusión de civilizaciones. Nicaragua nunca fue “centro de colisión” del Norte y del Sur. Cada raza trajo su cultura y se quedó con ella” (Dávila Bolaños, 1963:14).
Cabe retomar las consideraciones de Wolfgang Haberland (1974: 136-137) acerca de la herencia chorotega llevada a Nicaragua: “Parece que los chorotegas no trajeron a esta región el modelo de centros de México, ya que todavía no ha sido posible encontrarlo y puesto que las colonias parecen haber consistido de pequeños caseríos y pueblos, aunque sí una verdadera cerámica policroma con motivos que recuerdan modelos mexicanos”
Son varios los cronistas de indias que se refieren a los grupos nahuas que habitaron la región actual de Nicaragua, por lo que parte de esta investigación se concentró en obtener la mayor cantidad de datos basados en fuentes y documentos etnohistóricos que proporcionan una información de primera mano muy rica para comprender la problemática de estas migraciones.
Los nicaraos o nahuas de Nicaragua en la crónica de Oviedo
Anne M. Chapman (1960: 18), retomando las crónicas de Gonzalo Fernández de Oviedo y lo que en ellas se cita de Francisco de Bobadilla sobre los principales pueblos de los nicaraos, ubicados en la región costera que va desde el norte de Nicaragua, incluyendo la Península de Nicoya, describe que esta zona estaba salpicada de pueblos, cada uno rodeado de campos de cultivos. Estos pueblos variaban en el número de sus habitantes, que iban desde unos cuantos cientos hasta veinte mil o más; estaban agrupados en señoríos que eran gobernados por un cacique, y distanciados uno de otro por entre 15 y 30 km. El señorío de mayor extensión que se menciona en las fuentes del siglo XVI tenía una circunferencia de 830 km.
“En cuanto se refiere al pueblo en sí, su núcleo consistía generalmente de una plaza mayor y cuanto más grande era, más plazas tenía. El templo mayor, los montículos o plataformas en donde se efectuaban los sacrificios humanos, el “cabildo”, el “palacio” del señor principal y las habitaciones de los nobles, rodeaban o estaban situados en la plaza mayor, y entre los pueblos Nicarao había también un taller de orfebrería también en el centro o a un lado de la plaza. Entre los Nicarao y los Chorotega, los montículos para sacrificio (tescuit en Nicarao), se situaban enfrente del templo (ochilobos en Nicarao). Aquellos, construidos de tierra, “betún” de tierra, y/o ladrillos sin cocer, eran, según Oviedo, como “una lanza de armas, delgado en lo alto e abajo ancho, de la hechura que en las heras está un montón de trigo o cebada, é unos escaloncillos clavados en él…” (Fernández de Oviedo IV, Lib. 42, Cáp. 1, 5, 11; y Bobadilla, Cáp. 3, en: Chapman, 1960: 18) (Figura 5).
Por otra parte, Dávila Bolaños (1964:3-4) ha convenido en señalar que tanto los historiadores nicaragüenses como los extranjeros que se han ocupado del pasado pre-hispánico, identifican con exclusividad a los nahuas mexicanos con los Nicaraos, ubicándolos en el istmo de Rivas. Para ellos, los nahoas nicaragüenses solamente existieron en esta pequeña región del País, sin embargo no es correcto identificar solamente a este grupo nahua con esta área. Los nahuas fueron el grupo más extendido en todo el territorio nicaragüense, con la única excepción de lo que hoy es el Departamento de Bluefields y las regiones orientales de los departamentos limítrofes, todo estuvo poblado por ellos.
Las costumbres de los Nicaraos registradas en fuentes históricas y etnohistóricas como Oviedo, nos son muchas veces familiares, e incluso muy similares a las observadas y descritas del mismo modo por ejemplo para los nahuas del altiplano central mexicano.
Por mencionar algunos datos, referentes tanto a los Chorotega como a los Nicarao, descritos también en la obra de Chapman (1960: 25-32), están los siguientes:
- Cultivaban, entre otras cosas, maíz, frijoles, cacao, yuca dulce, tabaco, calabazas y algodón. Las calabazas eran empleadas como recipientes, sobretodo para el agua.
- El cultivo del cacao, de acuerdo con Oviedo, estaba en poder de los Nicarao (los chorotega no poseían estos árboles, aunque ambos lo usaban). Las almendras se empleaban como monedas, para pagar tributo, para elaborar bebida y con fines medicinales. Oviedo señala que con estas almendras se podía comprar oro, esclavos, ropa, comida. Entre los ejemplos de precios pagados con cacao descritos por este cronista, Chapman (Op Cit) cita los siguientes: 4 almendras de cacao podían comprar 8 nísperos; 8 a 10 almendras podrían pagar el servicio de una prostituta; 10 almendras de cacao podrían comprar un conejo, y 100 o más almendras podían comprar un esclavo. Solo los nobles bebían cacao, pues la gente común se abstenía de beberlo al considerar que esto significaba empobrecer adrede, o tragarse la moneda, o bien, echarla a donde se perdía. El cacao entre los nicaraos también fue objeto de falsificación, rellenando las cáscaras o cortezas de tierra.
“Hay mujeres públicas que ganan é se conceden á quien las quiere por diez almendras de cacao de las que se ha dicho ques su moneda: é tienen rufianes algunas dellas, no para darles parte de su ganancia, sino para que se sirva dellos é que las acompañen e guarden la casa en tanto que ellas van á los mercados á se vender é á lo que se les antoja” (Fernández de Oviedo, 1945:66)
- El mercado fue una institución altamente desarrollada. A pesar de que se usaba el cacao como moneda, también se hacía intercambio por trueque. Cada mercado era gobernado por dos oficiales para ello designados un consejo, y por un lapso de cuatro meses. Las mujeres eran los únicos vendedores. La entrada estaba prohibida a los hombres locales y a cualquiera de lengua extranjera. Los únicos hombres que entraban eran los funcionarios, los esclavos para la venta y los mancebos, que eran muchachos todavía vírgenes del pueblo o de pueblos vecinos pero aliados y hablantes de la misma lengua. Si un hombre del pueblo osaba entrar, podía ser apedreado e incluso matado; si era de lengua extranjera, sería vendido para ser comido o para servir de esclavo.
- Tejían y vestían ropas y mantas de algodón y hacían esteras, lazos de henequén y hamacas de algodón. Se menciona, respecto de la indumentaria masculina por ejemplo, el uso de ceñidores largos y de un palmo de ancho, y encima unos coseletes de algodón tejidos de muchos colores y sin mangas. En el caso de las mujeres, la gente común llevaba la nagua hasta la rodilla, mientras que las principales la usaban hasta los tobillos, además de que eran de textura más fina.
- De Oviedo también se retoma el consumo de perros mudos “que no sabían ladrar”, los cuales se criaban y engordaban con este fin, y constituían el mejor manjar de todos. La cabeza sólo la comía el rey o la persona más principal del convite.
- Los Nicarao también practicaban la deformación craneal. “Un informante de Bobadilla declaraba que a los recién nacidos les apretaban la cabeza, “con dos tolodrones a los lados dividiendo, é queda por medio de la cabeça un gran hoyo de parte á parte” (Bobadilla, cap. 3, en: Chapman Op. Cit.: 3)
- Los Nicarao tenían libros: “Tenían libros de pergaminos que haçían de los cueros de los venados, tan anchos como una mano o más, é tan luengos como diez o doce passos, é más é menos, que se encogían é doblaban é resumían en el tamaño é grandeça de una mano por sus dobleces uno contra otro […] y en aquestos tenían pintados sus caracteres o figuras de tinta roxa ó negra […] y en estos tales libros tenían pintados sus términos y heredamientos, é lo que más les paresçia que debía estar figurado, así como los caminos, los ríos, los montes é boscajes é lo demás, para los tiempos de contienda o pleyto determinarlos por allí, con parecer de los viejos, guegues” Fernández de Oviedo, Op.Cit.:65)
- En cuanto a la división de actividades, entre hombres y mujeres, Fernández de Oviedo señala lo siguiente: “Tienen cargo los hombres de proveer la casa propria de la labor del campo é agricoltura é de la caça é pesquería y ellas del tracto é mercaderías: pero antes quel marido salga de casa, la ha de dejar barrida y ençendido el fuego e luego toma sus armas é va al campo ó á la labor dél ó á pescar ó caçar ó hacer lo que sabe é tiene por exercicio” (Fernández de Oviedo, Op. Cit: 69)
Otros ejemplos de costumbres de los Nicaraos sobre los cuales se han hecho interesantes comparaciones son: el Juego del Volador (Figura 6), el Comelagotazte, los bohios, la tradición cerámica, y la escultura en piedra.
La provincia de Nicaragua descrita por Joannes de Laet
“La Gobernación de Nicaragua (…) tiene por límites hacia el Oeste las Provincias de Guatemala, hacia el Norte Hondure, del lado Este o Sureste Costa Rica, y hacía el medio día el Mar del Sur. Tiene de largo cincuenta leguas entre el Este y el Oeste, y de ancho más de ochenta. Bajo su jurisdicción tiene varias pequeñas Provincias, a las que los Salvajes llaman Nicoya, Nequecheri, Mabyte, Diria, Masaga, Managua, Cocaloaque y Cebeaco; además, se le atribuye una parte de la tribu de los Chontales, como también de los Miques y Madera. Esta Gobernación tiene pocos ríos; la temperatura es muy cálida en los meses de verano, el invierno es húmedo y expuesto a muchas tempestades. El terreno en su mayor parte es llano y apropiado para el paso de las carretas: no produce trigo, que van a buscar al Perú, pero abundan otras cosas. En el país se cría en abundancia el ganado, como también los cerdos, hay unas pocas cabras, y nada de ovejas. Se cosecha bastante algodón y gran número de Pite, y hay gran cantidad de Mays, guisantes, miel y Axi. En el mar abundan los peces y los Salvajes reúnen gran cantidad de sal de muy buena calidad”. (Joannes De Laet, 1988: 531-532)
Aún cuando De Laet retoma descripciones por ejemplo de Oviedo y Herrera, es muy interesante el realismo y detalle que en ocasiones imprime en sus menciones. Ejemplo de ello es lo referente a los grandes árboles de las selvas de esas Provincias “cuyos troncos a veces son tan gruesos que a quince hombres tomados de la mano, les cuesta abarcarlos”, esto último extraído de Herrera.
Otra muestra de lo anterior es cuando remite la existencia y uso de un árbol oriundo de Nicaragua que servía para sanar huesos rotos:
“…el cual en la forma de las hojas y en la forma de crecer difiere poco del Tuna, a no ser que tiene el tronco más recto. Sus hojas son gruesas, espinosas y feas: da un fruto compacto, del tamaño de una aceituna, de color rojo, cubierto de espinas como pelos, con el cual los Salvajes forman una pasta que tiñe de un bello color rojo, y las mujeres usan para acicalarse; las hojas, después que les quitan las espinas, y las trituran, las aplican como emplasto sobre los huesos rotos, siempre que antes los hayan llevado a su lugar, solidificándolos en forma extraordinaria” (De Laet, Op. Cit: 532.)
Los nicaraos en la obra del padre Las Casas
Como se ha visto, en las fuentes históricas se encuentran maravillosas descripciones de las costumbres de los nicaraos, pero es en la obra de Fray Bartolomé de las Casas a través de la cual podemos imaginar como era Nicaragua en la época del contacto hispano.
En 1534, Las Casas, con otros frailes dominicos, emprende el viaje al Perú. Tuvieron una navegación desastrosa y al cabo de dos meses llegaron a Nicaragua, donde permanece hasta mediados del año (De las Casas, 1999: XXVI). El padre Bartolomé describe a Nicaragua de la siguiente manera:
“El reino y felísima provincia de Nicaragua ¿quién numerara sus poblaciones tantas y tan grandes? Y como sea tan amena y de frutas suavísimas tan abundante, primero ponían los árboles y frutales que los pueblos edificasen; la de Nicoya, que es en el mismo reino de Nicaragua hacia el golfo que entra en la tierra bien, doce leguas, lleno de islas pobladas, todo a la mar del Sur; sus pueblos y numerosidad de vecinos eran grandes, puesto que las casas no eran de piedra, sino de madera, muy bien hechas y cubiertas de paja” (Fray Bartolomé de Las Casas, 1999:14)
Hasta aquí se presentan algunas reseñas relacionadas con las fuentes bibliográficas de primera mano. Como hemos visto son varios los cronistas que hablan sobre estas filiaciones nahuas en Centroamérica y específicamente en Nicaragua, por lo que no nos cabe duda de que al iniciarse la conquista española en esta región, cerca de 1522, uno de los grupos más importantes en el oeste de Nicaragua era precisamente los Nahuas. A esto se le suma el hecho de que la gran mayoría de la bibliografía publicada en Nicaragua y el exterior plantea que los Nahuas eran el grupo más grande e importante en todo este amplio territorio, sin embargo cuando se profundice en las investigaciones históricas y arqueológicas se irá dilucidando si esto realmente fue así o se trata de una costumbre repetida, por lo mismo a medida que avanzan nuestras investigaciones nos encontramos con que tenemos más preguntas que respuestas sobre los motivos, las rutas y las fechas de los movimientos migratorios de grupos de filiación Nahua hacia territorio centroamericano y dentro de éste. Este es apenas un breve avance de un trabajo más extenso que continúa con los conquistadores y las exploraciones hispanas a Nicaragua en el siglo XVI, y que pretende abarcar hasta los grupos indígenas actuales y sus tradiciones orales.
Agradecimientos
El presente artículo constituye parte de un trabajo mucho más amplio que hemos venido desarrollando en el Seminario de Cultura Náhuatl que dirige el Dr. Miguel León-Portilla en el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, junto con el Dr. Patrick Johansson, a quienes agradecemos su impulso y apoyo. De igual manera deseamos expresar también un especial agradecimiento al Dr. Carlos Navarrete por su apoyo y asesoría, así como al Dr. Daniel Schávelzon por habernos invitado a participar en este proyecto
Bibliografía
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