Publicado en el libro “Las representaciones de arquitectura en la arqueología de América”, volumen I (Mesoamérica), páginas 277 a 281, ISBN 968-58-0295-5, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), México, 1982.
En el poblado de Maltrata, Veracruz, se encuentra una gran roca caliza de color gris, que mide unos 2 metros cuadrados de superficie y que se levanta a 2.15 metros del suelo. Ésta proviene de una ladera cercana y es posible que haya caído ya en tiempos históricos, concretamente durante el período formativo.
El estudio de esta interesante piedra fue iniciado por Leopoldo Batres en 1905 (1905: pág. 14 y lám. VI), quien nos muestra una fotografía poco clara de ella. Muchos años después de esto, fue Herbert Spinden quien realizó un sencillo dibujo basado en esa fotografía (1933: fig. 4b). Un tiempo después de esto, ambos, foto y dibujo, fueron reanalizados por H. D. Pollock en su libro sobre edificios circulares (1937: págs. 23-23: figs. 7a y b). El último trabajo escrito sobre ella es el de Alfonso Medellín Zenil (1962) quien realizó el estudio más completo de esa representación.
La piedra está grabada por varias de sus caras, pero en la actualidad las figuras y glifos se encuentran sumamente erosionados, por lo que se le ha trasladado al Museo de Antropología de Xalapa.
El dibujo que nos muestra Spinden, basado en Batres, es evidentemente erróneo, ya que no incluyó varios elementos que al verla en detalle se hacen evidentes. De todas formas puede apreciarse en el dibujo que incluimos, y tomado de dicha obra, que es bastante aproximado a la realidad.
Sobre el lado este del monolito, existe un relieve que es justamente el que queremos analizar: un gran templo circular, con su basamento y techo de paja cónico. Por lo que podemos ver, la construcción posee un basamento piramidal, quizás de planta redonda, con una escalera frontal y dos taludes superpuestos, ambos con el característico tablero de El Tajín, netamente totonaca. El templo superior muestra un pequeño talud y dos cuerpos salientes en los muros. El techo está compuesto por nueve superposiciones de paja, lo que le da un interesante “tipo oriental”.
En el interior se puede apreciar una fecha, el día 9, y los restos destruidos de lo que Spinden vio como el cuerpo, cabeza y pierna de un animal. Varias fechas y un Quetzalcóatl componen el resto de la representación en relieve.
En las cercanías de esta piedra se descubrieron varios entierros además de algunos otros objetos de cerámica, que nos son muy útiles para fecharla. El entierro no. 1 estaba formado por dos esqueletos, en entierros primarios, cuyo ajuar funerario incluía dos cascabeles de cobre, una gran vasija tipo cholultecalaca con xicalcoliuquis y un cajete de tipo “baño gris”, el segundo entierro también presentó tres anillos de cobre. Todo esto nos indica una época que quizás haya sido el último período de uso del monolito, hacia el posclásico tardío (posterior al siglo XIII). Debajo del entierro 1 fue hallado un fragmento de figura típica del formativo, quizás correspondiente al momento en que la piedra rodó hasta el sitio. También junto a éste fue descubierto un tepalcate totonaca clásico, lo que coincide plenamente con los detalles arquitectónico del templo y con sus tableros de tipo El Tajín.
Resumiendo, es lógico suponer que una piedra ya existente desde hace mucho tiempo, fue labrada por los totonacas en el período clásico tardío. Se mantuvo quizás en uso hasta mucho después, en que ya los olmecas históricos (popolocas) realizaron entierros cerca de su base.