Artículo publicado en “Las representaciones de arquitectura en la arqueología de América”, volúmen I (Mesoamérica), pps. 87 – 98, ISBN 968-58-0295-5, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), México, 1982. Fue publicado originalmente con el título de “Tipología de las maquetas prehispánicas de Mezcala, México”, Material de Lectura N° 10, Dirección General de Difusión Cultural, UNAM, 1979.
En todo el continente, del norte a sur, las diferentes culturas y pueblos prehispánicos representaron de diversas formas su propia arquitectura: cerámica, piedra, relieves, maquetas, pinturas en códices, en muros, en estelas. Si bien la lista es incontable hay regiones y épocas que fueron particularmente pródigas en ello: la costa norte del Perú; la costa central y norte del Ecuador; la región de Nayarit en México al igual que en Oaxaca, Guerrero y el Valle de México y la época mexica-azteca. Dentro de estas regiones, se destacan las maquetas en piedra provenientes del actual estado de Guerrero, tema que queremos analizar en las presentes notas.
Un primer paso es el de encarar una tipología formal de estas piezas, basada fundamentalmente en el trabajo realizado por Hasso von Winning para Nayarit. Una tipología de esas características nos permite ver similitudes, contemporaneidades, evoluciones internas y formales de las piezas. Además un estudio detallado deja traslucir información respecto a sistemas constructivos, techos, basamentos, escaleras y otros muchos detalles arquitectónicos de una región todavía casi sin estudiar en México. Estas figuras, siempre en piedra, tienen una forma particular: planas, altas pero delgadas, para ser vistas frontalmente y de un altísimo grado de abstracción, lo que las hace totalmente diferentes de las provenientes de otras áreas culturales mesoamericanas.
El conocimiento de estas piezas, producidas masivamente por cierto, es bastante reciente: a partir de la década de 1940 comenzaron a aparecer en colecciones privadas de todo el país, y fue Miguel Covarrubias quien más trabajó por dar a conocer e interpretar la lítica guerrerense. Si bien hay muy poco publicado sobre el tema, no hemos podido ubicar nada suficientemente específico [1]. Según William Spratling, coleccionista que llegó a poseer gran número de estas maquetas [2], salieron a la luz en cantidades a partir de 1960. Lamentablemente todas las conocidas en la actualidad provienen de saqueos; ninguna ha sido hallada por arqueólogos serios.
La zona de mayor concentración es sin duda la parte sur del río Balsas, cerca de Mezcala. Los sitios Carrizalillo, Amatitlan y El Aguacatillo fueron los más prolíficos [3].
La época en que éstas fueron realizadas es bastante compleja de ubicar, ya que desconocemos a qué pueblo o cultura pertenecen. Pero debido a las formas de los objetos de la región, se han realizado trabajos de ubicación cronológica que en cierto grado permiten aproximarnos al tema. Sabemos que no deben ser anteriores ni paralelas a la lítica olmecoide de la zona (para algunos la hay preolmeca), ni posterior al esplendor de Teotihuacán. Pensamos que se debieron realizar paralelamente al surgimiento del poder de Teotihuacán como centro rector, quizás a partir del siglo II d.C, y se debieron realizar como máximo hasta los siglos y o VI d.C. Es factible que estas fechas puedan correrse hacia atrás con el tiempo. En un trabajo importante sobre el tema [4], se les da a estas maquetas una relación formal con lo zapoteca. Si bien fueron realizadas cronológicamente en la etapa del auge de Monte Albán, incluso desde los inicios de la época II, no vemos los motivos para eso. En casos como máscaras o figuras humanas es más factible, pero no en este caso.
Es importante recalcar que esta región, una de las más importantes en cuanto a lítica de Mesoamérica, no tuvo un desarrollo cultural paralelo a ésta. Las causas ya fueron explicadas someramente [5], y están basadas en el hecho de haber sido esta región una área de explotación y manufactura de piedras duras de gran calidad. Allí, donde éstas abundan, se debieron manufacturar masivamente objetos de materiales finos para el consumo en los grandes centros urbanos. Obviamente esto plantea un intenso movimiento comercial hacia y desde esa región.
Respecto a los materiales utilizados, existe una larga lista de piedras duras y de categoría: jadeíta, serpentinas, granitos, esteatita, calcedonia, diorita, caliza, etcétera. Los colores varían del negro, verde y azul al gris y blanco. El tipo de facturas es técnicamente simple. Pero no debemos confundir lo simple de la realización con la imposibilidad de hacer otro tipo de trabajo. Es notable como el artesano trató siempre de mantener la figura dentro de la forma de la piedra original. El tan preciado chalchihuite prehispánico, tenía más valor como piedra en sí, que por la forma que le podía llegar a dar el artista. Éste no debía alterar la forma, el color, las vetas ni las irregularidades del material virgen.
El mecanismo de realización fue el corte por medio de hilo o soga, haciendo ranuras rectas que luego iban siendo alargadas y ensanchadas. Nunca se disimulaba la marca dejada por el hilo en los extremos del corte. La pieza era finalmente pulida superficialmente para darle brillo y valor al material. Las maquetas son siempre planas, formando láminas de entre 5 y 15 mm de ancho. Las dimensiones de largo y alto son bastantes similares, variando la altura entre un mínimo de 4 cm y un máximo de 30 cm. El promedio de altura de las 57 piezas que hemos podido medir dio 12.41 cm. Su particular forma aplanada proviene, según varios autores [6] del hacha olmeca. La importancia de ésta en la lítica guerrerense es innegable y las maquetas intentarían respetar esa estructura básica. Sólo nos cabe decir algo en relación con el objeto para el cual fueron realizados. Como es de suponer, el verdadero objetivo nos es enteramente desconocido, pero a partir de información proveniente de otras regiones y casos similares, sabemos que en todos los casos fueron realizadas con carácter funerario. Por muchas razones era común enterrar al muerto con una reproducción de su templo o su vivienda.
Tipología:
I BASAMENTOS: están formados por basamentos simples, de planta cuadrada o rectangular, con uno o dos niveles de altura, con o sin escalera frontal. Por lo general hay una figura antropo o zoomorfa en la parte superior.
II TEMPLOS SIMPLES: poseen un basamento por lo general sencillo de un solo nivel y escalera frontal. El edificio posee un vano, cuadrado o rectangular; molduras superiores horizontales, y a veces un techo simple. Sobre un mismo basamento pueden haber dos o más edificios iguales. Pueden tener figuras antropo o zoomorfas sobre el techo.
III TEMPLOS ELABORADOS: tienen basamentos simples o dobles, a veces con molduras horizontales; escalera frontal de hasta tres tramos paralelos verticales. El edificio es cuadrado o rectangular con dos o tres vanos verticales completos, además de algunos incompletos; molduras superiores, techo simple. Pueden tener figuras antropo o zoomorfas en la puerta central, el techo o realizadas sobre los costados. Hay sobre un mismo basamento hasta cuatro figuras iguales, las dobles pueden estar separadas en los vanos y unidas en el techo. Hay piezas completas que asemejan una figura humana.
IV TEMPLOS COMPLEJOS: Basamentos muy altos, de uno o varios niveles, escaleras de uno o más tramos, molduras horizontales. En el edificio hay cuatro o más vanos, por lo general muy verticales; molduras bajo el techo y el remate superior simple o remarcado. Sobre un mismo basamento hay uno, dos o más edificios.
V TORRES: Están formadas por superposición de dos o más contrucciones del tipo II. Los hay planos, dobles y cuádruples.
VI TEMPLOS ELABORADOS DOBLES: Compuestos por la superposición de dos edificios del tipo III. Pueden tener una o dos alas laterales con o sin vanos. Pueden no tener escalera frontal. Es común que el piso superior sea mayor que el inferior. Sobre un basamento pueden haber dos templos unidos por el techo del primer piso.
VII TEMPLOS COMPLEJOS DOBLES: Similares a los anteriores, están formados por edificios del tipo IV.
VIII VARIOS: Todas las piezas que no tengan cabida en los tipos anteriores.
Son casos aislados y muy poco comunes.
Notas
[1] Hay varios trabajos sobre arqueología de Guerrero en la IV a. mesa redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología (El Occidente de México, 1946); y en el Handbook of Middle American Indians, en ambos se puede encontrar la poca bibliografía existente. Cabe destacar los diversos trabajos de Miguel Covarrubias.
[2] William Spratling, Notes on the Precolumbian Sculpture of Guerrero. Incluido en el trabajo de Rubín de la Borbolla, citado en la nota 5.
[3] Idem. 2
[4] José Luis Franco; Mezcala, guerrero: modelos planos de templos. Boletín del CIAM, no. A7, pp. 4-7, México, 1960 (es el único trabajo específico sobre el tema). Daniel Rubín de la Borbolla, Escultura Precolombiana de Guerrero. 1946, Universidad Nacional Autónoma de México (es un excelente ensayo sobre el tema).
[5] Idem. 4
[6] Idem. 4. De la misma opinión fue siempre Covarrubias.
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