Artículo realizado por Daniel Schávelzon (en su momento, director del proyecto), publicado en la Revista de la Municipalidad de Mendoza en el año 1999 para la difusión del proyecto.
La actual ciudad de Mendoza, enclavada a pie de la cordillera de los Andes, en el centro-oeste de Argentina, fue una fundación española hecha desde Chile con el objeto de extender el dominio sobre regiones no exploradas pero en las cuales había dos recursos necesarios: ganado e indígenas. Tras una fundación que no pasó de los papeles en 1562 fue realmente ocupada la región al año siguiente. La ciudad creció lentamente, al principio como sitio fronterizo y de paso entre dos ciudades más grandes: Santiago en Chile y Córdoba en Argentina, pero desde el siglo XVII fue transformándose en un polo de producción vitivinícola, ganadera y de cerámicas. Mejoró la calidad de su arquitectura y comenzaron a levantarse iglesias y conventos cada vez mayores. La ciudad llegó, a finales del siglo XVIII, a ser un asentamiento importante y destacado en la estructura urbano-regional de Sudamérica.
En 1861 se produjo un terremoto de gran envergadura que, en un par de minutos destruyó toda la estructura física de la ciudad. Construida básicamente en adobe (ladrillos de tierra compactada), aunque con buena parte de su arquitectura monumental en piedra y ladrillo cocido, no hubo construcción alguna que resistiera el sismo, cuyo epicentro estuvo bajo la misma ciudad. Iniciado el sismo al inicio de la noche gran parte de la población estaba en sus casas, produciéndose una mortandad/desaparición de cerca de 4 mil de los 12 mil habitantes de la ciudad. Fue de tan tremendo efecto que podemos asegurar hoy que nada quedó en pie a excepción de algunas paredes que pueden verse en las pocas fotografías conservadas: todas las iglesias y edificios públicos quedaron en absoluta ruina.
Sin entrar a relatar lo terrible del evento, la ciudad quedó casi despoblada por la emigración brusca de los sobrevivientes hacia el campo y otras ciudades cercanas, con todos los problemas que esto implica. Pero lo que sí es necesario tener en cuenta es que el terremoto coincidió en el tiempo con una serie de cambios y revoluciones que afectaban al país y que culminaron, precisamente, en ese mismo año. Mendoza no tuvo revolución social, tuvo en terremoto que causó el mismo efecto: fue aprovechado para dirimir las diferencias políticas en la provincia y se produjo el cambio de la sociedad conservadora Federal a la nueva liberal Unitaria. Este cambio traería aparejada, en otras cosas, la decisión de crear una ciudad nueva en lugar de reconstruir la vieja. De esa manera se liberaba al mercado inmobiliario y al loteo, además que las nuevas familias importantes pudieron establecer sus casas frente a la plaza central y construirlas en los nuevos estilos de moda. No casualmente la nueva plaza de Mendoza no tiene iglesia, y la ciudad no volvió a tener una catedral. Ya no serían propiedad de las iglesias o de las familias coloniales si no la nueva burguesía nacida con la vitivinicultura.
La Ciudad Nueva fue construida en una zona aledaña más elevada, poco más de un kilómetro de la antigua y la Ciudad Vieja quedó semi-abandonada usándola como cantera de materiales de construcción. Algunas iglesias volvieron a ser reconstruidas muy lentamente y se fue transformando con el tiempo en un barrio marginal, en una zona pobre que se inundaba cada vez que llovía, al recibir bruscamente el agua de la ciudad nueva. Sobre lo que fuera el Cabildo se construyó un vulgar matadero de animales y la Plaza Mayor llegó con el tiempo a ser cancha de fútbol. Las manzanas llegaron al día de hoy subocupadas, con grandes lotes baldíos, y las actividades sociales principales fueron la prostitución, los depósitos de materiales de construcción y la miseria. Recordemos que en ese sitió nació el ejército que liberó gran parte de Sudamérica al mando del general José de San Martín; es decir que el sitio no sólo es importante para la memoria de la ciudad, estaba íntimamente enraizado con toda la historia nacional; allí fueron fusilados los hermanos Carrera, parte indisoluble de la historia chilena.
La ciudad anterior al terremoto fue desapareciendo: en 1907 se hizo un interesante trabajo de mejoramiento de las ruinas de San Francisco, transformando el derrumbe en un sitio romántico con un lago, árboles y plantas trepadoras; sólo las ruinas de la cercana iglesia de San Agustín siguieron a la vista mientras todo lo demás era borrado o, simplemente, quedaba enterrado bajo las nuevas construcciones. Una encima de la otra, las obras nuevas iban cubriendo el pasado. La Plaza Mayor llegó a tener casi tres metros de superposiciones, naturales –las inundaciones periódicas que arrastraban tierra-, y las artificiales de rellenos de nivelación hechos con escombro y basura.
En 1987 surgió con el Municipio una propuesta innovadora: la posibilidad de hacer excavaciones arqueológicas en el sitio del antiguo Cabildo, luego cubierto por el Matadero Público y más tarde por una Feria Municipal desde 1941, que a su vez ya había sido demolida hacia 1975. Junto con eso se propuso la futura restauración de las ruinas de San Francisco, las únicas que entonces quedaban en pié ya que las de San Agustín había sido borradas en 1956 para construir una escuela encima. El proyecto sólo pudo iniciarse dos años más tarde y en 1989 se logró excavar y descubrir parte del piso y los muros del Cabildo, construido en 1749, bajo un metro de superposiciones. Ese fue el detonante para que el gobierno municipal empujara el Proyecto Area Fundacional que aún continúa con energía y marcado interés.
El Proyecto nació como una investigación de arqueología histórica, pero al observarse las posibilidades de rescate patrimonial y del impacto que causó en la comunidad el descubrimiento de los restos del Cabildo se transformó rápidamente en un proyecto mucho más amplio: mejorar la calidad de vida de la zona, rescatar todo el patrimonio histórico y arquitectónico que se encuentra bajo la ciudad, construir museos y áreas culturales, restaurar las ruinas y devolverle a la zona el carácter de centro histórico respetando el hecho histórico de su destrucción por el terremoto. En síntesis, se trataba de recuperar la zona para la memoria colectiva y el uso abierto por todos los habitantes, en forma especial por quienes viven allí. Es decir que la arqueología, la historia, la restauración y la arquitectura moderna quedaban bajo un interés socialmente superior: recuperar para la gente misma el patrimonio sobre el que habitan, su propia memoria, ayudando de esa manera a que tengan una vida más digna. Esto implica que, a la vez que investigaciones y obras, se necesitaba también una legislación nueva, planes de protección ambiental, mejoramiento de la infraestructura urbana y otras obras siempre postergadas.
El primer sector encarado fue el de la manzana que ocupara el antiguo Cabildo; se trataba de unos 6000 m2 de terreno en el que sólo quedaba el pórtico de entrada y los muros perimetrales de un mercado de estilo Neocolonial construido en 1941. Las excavaciones arqueológicas demostraron la presencia en buen estado de conservación de los pisos del Cabildo y los arranques de los muros, por lo que se proyectó una obra de carácter moderno pero que mantuviera en su fachada la imagen del mercado Neocolonial ya que eso fue resultado de la solicitud de los vecinos para quienes ese edificio había sido parte de su vida cotidiana. El pórtico original quedó dentro de la construcción moderna, preservado, ya que la calle del frente fue clausurada uniendo el terreno con el de la plaza, devolviéndole el uso peatonal y la imagen que debió tener, al menos espacialmente, hasta el terremoto. La línea de fachadas que ahora existe en la zona fue trazada en 1885, ensanchando las calles para evitar que futuros terremotos produjeran muertos al caer los frentes sobre las calles.
En techo del museo se resolvió con una estructura muy ligera, metálica, sostenida por columnas que cimentan de tal forma de no alterar los restos bajo tierra. Bajo esa estructura de grandes dimensiones, que trató de ser lo más sobria posible dentro de su carácter moderno, hay sectores excavados bajo el nivel del piso en los que el visitante puede observar los restos del Cabildo, de sus patios y parte de las construcciones del viejo Matadero. En el acceso el piso fue hecho con vidrios que permiten observar, mientras se lo recorre por encima, los restos de la fachada original y del piso empedrado de la vereda. El resto de los pisos, donde algún día será posible continuar las excavaciones, fue cubierto por piedra partida blanca con pasarelas de madera para la circulación del público. Los pocos árboles existentes fueron conservados mediante diseños especiales en los muros. El conjunto posee instalaciones sanitarias, oficinas, depósito, taller, venta de libros, recepción y cubre las necesidades básicas para el funcionamiento como museo.
La antigua Plaza Mayor, ahora unida al terreno del Cabildo, fue totalmente remodelada, mediante un juego de fuentes ornamentales, obras de arte de escala urbana y siembra de árboles y flores, transformando lo que era un solar desagradable en un sitio de paseo y juego. Por debajo de las calles se hizo una compleja construcción que permitió abrir desagües para evitar las periódicas inundaciones, mediante enormes cajones de concreto armado que llevan el agua directamente a un canal cercano. Estas dos obras causaron una importante mejora en la vida de la población de la zona al evitar las endémicas inundaciones y aluviones de barro, a la vez que se recuperaba para el uso cotidiano un espacio abandonado desde siempre.
En el centro de la plaza se excavó el lugar donde estuvo ubicada una fuente, construida hacia 1801, que llevaba agua a la ciudad mediante un acueducto subterráneo de casi 12 kilómetros. Tras descubrir la fuente, los conductos y otras obras asociadas se construyó para su conservación una bóveda de concreto que, mediante un túnel de acceso, permite su visita y recorrido perimetral. La solución arquitectónica fue totalmente moderna –en especial fue muy estudiada la iluminación- y, en coincidencia con la fuente bajo tierra se hizo otra encima que decora el centro de la plaza y recuerda la ubicación tradicional de la inferior. Se trata ahora de una obra impactante para el visitante, en la que el trazado curvo del acceso produce un enfrentamiento abrupto con la gran fuente colonial, a la vez que se pasa de una semi-oscuridad a un foco concentrado de luz, teniendo al espectador en un nivel inferior a la construcción antigua.
Tanto en el museo como en la fuente bajo tierra se exhibe en forma estable la colección de objetos recuperados en las excavaciones, y se organizan exposiciones relativas a la ciudad, al centro histórico y a los trabajos que allí se desarrollan, además de actividades culturales diversas.
En la manzana que enfrenta la plaza por uno de sus ángulos se iniciaron en 1995 los trabajos de restauración y puesta en valor de las ruinas de San Francisco. Esta es la tercera parte de las obras del Centro Histórico y quizás la de mayor envergadura y complejidad. La primera etapa estuvo centrada en una completa investigación histórica, arqueológica y de relevamientos. En particular la arqueología permitió excavar y estudiar un centenar de entierros hechos dentro de la iglesia y en su atrio lo que ha arrojado un conjunto de información científica único en el país. Estas ruinas, pese a su nombre, en realidad fueron, desde 1608, convento-iglesia-colegio de los Jesuitas, que sólo tras la expulsión pasaron a manos de los Franciscanos. La primera gran iglesia fue construida en 1645 pero para 1731 los Jesuitas, ya dueños de un enorme poder en la zona, comenzaron a levantar el monumental conjunto que se derrumbó en 1861. Se trataba de la obra más importante de la ciudad por su calidad arquitectónica y de su decoración e imaginería religiosa. El conjunto se completaba con un gran claustro rodeado de habitaciones, un segundo que nunca fue concluido, huerta, talleres, refectorio e instalaciones anexas. Ocupaba unos 10 mil metros cuadrados de superficie.
Desde el terremoto los pobladores fueron ocupando parte de los terrenos de San Francisco, en especial la zona de la huerta. Allí hicieron construcciones provisorias primero y permanentes después, ya que los Franciscanos construyeron su nueva iglesia en la Ciudad Nueva dejando abandonado ese terreno. De esa forma se fueron perdiendo partes de las ruinas, hasta que quedó sólo la iglesia y un sector del claustro. En 1941 el conjunto fue declarado Monumento Histórico Nacional y se hicieron varias obras de preservación e incluso de consolidación de muros, pero el municipio conservó para sí la mitad del terreno construyendo allí un gimnasio con una enorme alberca. Si bien su función social era loable, esto destruyó lo que hubiera quedado del claustro antiguo. Por eso, fue fundamental la construcción de un nuevo gimnasio por parte del gobierno de la ciudad para vaciar éste y entregar el terreno al proyecto de restauración.
El proyecto arquitectónico, ahora recuperados en parte los terrenos originales, fue establecido en dos partes: la puesta en valor del conjunto de las ruinas integrándolo a la plaza y la consolidación estructural de las ruinas mismas. La primera parte se proyectó como un espacio público de libre acceso en el cual las ruinas de los muros quedan en su interior, aunque no son accesibles directamente. La iglesia, dada la dificultad de lectura de su espacio por el no especialista, tuvo una doble decisión: una circulación dirigida que recupere la nave mayor desde la fachada hacia el altar a la vez que se dibuja en el piso, mediante un zócalo de concreto de 50 cm de altura, la planta del edificio. De esta forma, los grandes bloques de mampostería en pié y el zócalo bajo de material moderno, permiten al observador comprender mejor lo que está viendo. El claustro, ya que su destrucción es casi absoluta, será usado como un gran espacio público para música, la que por el clima de Mendoza puede realizarse al aire libre durante nueve meses del año. Se completa con una sala de conferencias y reuniones para el museo y una zona de exhibiciones de los objetos recuperados en la excavación. El ábside, no sólo desaparecido sino en parte bajo una casa vecina que no pudo ser adquirida, será reconstruido virtualmente mediante una pintura-mosaico en la medianera a esa casa.
El proyecto de consolidación estructural, previa reversión de los soportes de concreto construidos en años anteriores para evitar el colapso de los muros, se basa en la re-consolidación química de los ladrillos y la inclusión de una estructura de concreto de dimensiones reducidas dentro de la mampostería misma, mediante tecnologías recientes que permiten la perforación vertical de muros.
El trabajo del Área Fundacional se complementa con excavaciones arqueológicas en terrenos con viviendas ahora demolidas, en el sitio de la antigua iglesia de San Agustín y en cuanto lugar pueda ser aprovechado para aumentar la información sobre la antigua Mendoza bajo tierra. A su vez las investigaciones históricas complementan este trabajo y permiten ir estableciendo propuestas para próximas intervenciones. También hay una intensa labor de difusión hacia la comunidad que incluye desde el envío a todos los colegios de la ciudad una serie de folletos editados cada dos meses sobre el Centro Histórico, a organizar visitas guiadas, exposiciones y eventos de todo tipo, incluyendo actividades sociales en la plaza destinadas especialmente a los habitantes de la zona y se ha comenzado con la edición de libros con la información científica del proyecto. Por último, se han iniciado acciones urbanas de mayor envergadura: legislación que permita mantener el perfil urbano y evitar las obras en altura, para posibilitar los trabajos arqueológicos en predios privados, para facilitar la conservación de la arquitectura tradicional, para mejorar la circulación del tránsito vehicular y, en un futuro, para ampliar la peatonalización del sector.
Bibliografía:
El interesado puede ver el libro El Cabildo de Mendoza, arqueología e historia para su recuperación, de Roberto Bárcena y Daniel Schávelzon, Municipalidad de Mendoza, 1991; y también Las Ruinas de San Francisco, de Daniel Schávelzon (coordinador), Municipalidad de Mendoza, 1998; una historia urbana de Mendoza es la de Ricardo Ponte, Mendoza, una ciudad de barro, Municipalidad de Mendoza, 1987.
Proyecto y dirección de los estudios y obras:
Todos los trabajos son parte de la Subsecretaría de Cultura de la Municipalidad de Mendoza bajo la dirección del Prof. Guillermo Romero; el director general es el Dr. Daniel Schávelzon, el Museo del Área Fundacional fue proyectado por la Arq. Graciela Musri y fue construido por la Municipalidad; las obras de restauración de San Francisco se hacen en trabajo conjunto entre la Dirección Nacional de Arquitectura y la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos cuyos respectivos arquitectos responsables son Enrique Roux y Eliana Bórmida; la puesta en valor la coordina la Arq. Bettina Valle; la excavación de la fuente y plaza fue hecha por el Prof. Roberto Bárcena. La dirección del Museo está a cargo de la Lic. Silvia Cicchitti. Las excavaciones arqueológicas son coordinadas por el Lic. Horacio Chiavazza.