Artículo escrito por Daniel Schávelzon en el año 2000. Incluye un acceso a la galería de fotografías pertenecientes a la colección privada del autor.
En algún momento, posiblemente hacia el año 1957 o 58, o incluso antes -no lo puedo comprobar-, mi padre José Schávelzon y mi madre, Rosa Chavín, viajaron a Lima invitados por el Dr. Jiménez Borja como médico, su otra faceta profesional tras la arqueología. Creo recordar que era un congreso del que desconozco la temática pero seguramente fue la cancerología que era el tema central de la actividad de mi padre. Yo era un niño sin conciencia de nada de eso y lo que tengo son recuerdos posteriores de lo que se hablaba en casa. Allí se conocieron y, si bien mis padres no tenían gran afinidad por la arqueología eran “viajeros ilustrados” y estaban recorriendo parte del mundo, a lo que se dedicaron toda la vida. Y Perú y su pasado –al que volvieron otras veces (conmigo por primera vez en 1968)- los impactó, más aun que Jiménez Borja los invitó a su casa y a hacer un recorrido por los alrededores de Lima.
Los sitios visitados fueron varios según las fotografías pero al verlas en obvio blanco y negro, encuentro que se están haciendo obras de restauración en Pachacamac y que los edificios de las mamacunas (o allcahuasi) están “nuevas”, recién hechas, restauradas o reconstruidas según la opinión de cada quien. Habían sido reconstruidas por Julio Tello antes, entre 1940 y 1945, mientras que Jiménez Borja estaba haciendo los trabajos de la Pirámide con Rampa no. 1 (terminó en 1962) que en estas fotos no está reconstruida aun.
No he logrado averiguar demasiado de esta pequeña historia pero las fotografías me parecieron de extrema utilidad para la historia de la arqueología peruana y las damos a conocer. En las fotos incluso se observan operarios, herramientas y carretillas lo que me lleva a pensar si las fotos no son anteriores. En ese caso, quien pueda fecharlas con más precisión, bienvenido.
La obra del citado arqueólogo está siendo muy reconsiderada en los últimos años, tras correr un poco el velo que la obra de Julio Tello puso sobre la arqueología; no fue el único ni el primero obviamente, sin quitarle su grandeza: Tello estuvo en el lugar indicado en el momento indicado. Jiménez Borja (1908-2000) fue más joven, era médico de profesión, artista plástico, poeta, coleccionista y etnólogo y arqueólogo por afición y escribía poco sobre el tema. Pero destacó en todos esos campos, incluso la museología donde dejó no sólo la idea del museo de sitio si no más de uno inaugurado. Su aporte a la medicina fue también realmente importante porque peleó largamente por lograr que se comprendiera que los conceptos occidentales de la salud debían adecuarse a la realidad peruana, a la mentalidad y formas de concebir la enfermedad, la muerte y la curación entre personas no educadas en esa cultura sino en otras. Ese cruce, peligroso para muchos, fue dado por Jiménez Borja sin dudar y desde su juventud. Y atrajo la mirada de médicos de todo el mundo. Como arqueólogo, que es lo que nos trae aquí, ya había hecho la restauración en 1959 a 1961 de las ruinas de Puruchuco (Puruchuku). Su holgada situación económica le permitía afrontar estas acciones con una libertad que otros no tenían. Quizás por eso no hay fotos de ese sitio en esta colección: aun no lo había iniciado. Por supuesto trabajó en muchísimos otros sitos y de muy diferentes épocas (desde Cerro Sechín hasta los incas), y si bien no publicó todo lo que hizo su bibliografía es amplia, variada y más que interesante. Vaya todo esto en su homenaje.
Mi propósito es recordar la obra de este hombre excepcional y publicar las fotografías del sitio que posee mi familia, para quien pueda interesarle usarlas para seguir impulsando la historia de la excepcional arqueología peruana. Y por supuesto hay otra idea por detrás: mostrar como entre la obra de su tiempo y la más reciente, “aparecieron” un piso entero de construcciones, nichos que no existían ni de casualidad, puertas basadas en pilares que a su vez estaban hechos casi sin evidencia y una larga serie de elementos que el especialista podrá observar. Si fue producto de la manera de reconstruir de una época, vaya y pase aunque entendemos que ya era trascender incluso la hipótesis, la segunda etapa ya raya en lo imposible. Esperemos que jamás haya una tercera si no es para desarmar lo hecho o dejarlo como evidencia de lo que no debiera repetirse nunca más. No es cuestión de quitarle gloria a los pioneros, sino de asumir los errores y corregirlos para tener un futuro en el que el patrimonio nos cuente la verdad, no lo que alguien quiere que cuente.