Artículo publicado en las actas de la Jornada – Taller sobre el Uso del Pasado, realizado en el Museo de La Plata (provincia de Buenos Aires), el día 15 de junio de 1989.
Dentro de las grandes discusiones sobre el patrimonio arqueológico que en los últimos años se han producido en el país, hay un fenómeno de gran interés y que debe ser destacado: la falta casi absoluta de trabajos serios acerca de los mecanismos del saqueo, deterioro, tráfico ilegal y comercialización de los bienes en discusión. Y esto es aún más interesante, si aceptamos que la definición misma de conservación del patrimonio pasa primero por definir lo opuesto: la destrucción de ese patrimonio. ¿Cómo es posible entender y proponer alternativas a la protección patrimonial si no entendemos aúnas causas, objetivos y mecanismos de su destrucción?
Conservar y destruir es una antinomia dialéctica, un par inseparable, ya que el uno existe en la medida en que existe el otro.
De todos modos, en los últimos años han habido algunos avances importantes en estos temas, como así también se ha producido un cambio muy profundo en las formas del saqueo, el tráfico y la exportación. En 1986 presenté un trabajo en las Jornadas de Políticas Científicas para la Planificación de la Arqueología en Argentina, en el cual planteaba que se podían observar cambios en la forma de operar del mercado nacional e internacional y en las maneras de saquear (1). Hoy, a sólo dos años de distancia esos cambios se ven con claridad: se ha iniciado el robo sistemático de museos y colecciones. La era de los pequeños huaqueros de campo ha quedado atrás, superada ahora por grupos internacionales de profesionales, que en una ola de hurtos sin parangón en el país, han vaciado nuestros museos de arqueología, pintura, escultura y cualquier otra expresión artística digna de mención. El separar los objetos arqueológicos de los artísticos en este caso, no lleva a ningún lado, ya que no son más que una mercadería en el gran mercado mundial. Ha sido un error repetido hasta el cansancio tratar la protección de la arqueología fuera del contexto del saqueo en su totalidad. Si vimos los diarios en el transcurso de los últimos meses, ha sido notable la ola de robos que se dio en todo el país, aunque más marcadamente en el interior (2). El asombro fue mayor, ya que no únicamente se vaciaron museos casi completos, sino que se vieron involucradas importantes personalidades del país: el arzobispo de Córdoba, un ex comisario, varios coleccionistas muy conocidos y miembros de la oligarquía, entre otros.
En el mercado internacional se vio cómo los cuadros de un museo rosarino llegaron rápidamente a Miami, donde fueron ofrecidos a la venta por especialistas. Y también vimos cómo intervino Interpol, mostrando la capacidad que tienen ciertos organismos internacionales dentro del mundo del comercio ilegal. Lo que llama la atención es lo poco que hicimos antes de que estas cosas sucedieran.
El tráfico internacional de obras de arte robadas, según algunos, es el tercer negocio ilegal del mundo: tras las drogas y las armas viene el mercado del arte. En Europa, donde el saqueo reviste los niveles más sofisticados por el alto valor de las obras en juego, las cifras son llamativas: en 1978 fueron robadas más de 42.000 obras por valor de 33 millones de dólares (3). Si incluimos a los Estados Unidos, el mercado conjunto de los países occidentales alcanzaba diez años atrás los 100 millones de dólares al año, en cifras para 1981. Las casas de remates Sotheby’s y Christie’s, en el año 1979, presentaron un balance que superaba los 700 millones de dólares de ganancias en el año. Solamente el cuadro de Van Gogh titulado Los lirios se vendió en 49 millones de dólares el año pasado. La gran pregunta es ésta: ¿creíamos los argentinos que íbamos a quedar al margen de todo esto?
Cuando en los años 1984 y 1987 fue saqueado el Museo del Instituto de Arqueología de Tucumán, los ladrones se llevaron unas piezas, entre ellas muchas de plata, oro, bronce y cerámicas de todo tipo. A partir de los datos enviados por Víctor Núñez Regueiro a Stolen Art Alert, un organismo internacional que trabaja en la recuperación de este tipo de objetos, he calculado que el monto de venta final de esa colección, puede llegar a los 750.000 dólares (4).
El problema radica, como antes, en que nadie se ha detenido a estudiar (con excepción de los sistemas policíacos específicos) el problema como totalidad, tratando de meterse dentro de los sistemas nacionales e internacionales de saqueo, comercialización, coleccionismo, oferta y demanda internacional y la venta al exterior. Volvemos a preguntarnos: ¿cómo se sacan del país cientos de piezas arqueológicas?, ¿o acaso alguien viaja en un avión para turistas con cuadros que valen 8 millones de dólares cada uno, como ha pasado este mismo año? (5). Sólo mediante estudios serios del problema, podremos avanzar hacia una comprensión real de los males que nos aquejan, y comenzar a solucionarlos. Y si no, seguiremos lamentando el vaciamiento sistemático de nuestras colecciones y museos.
Notas
1. Daniel Schávelzon, Los mecanismos del saqueo y tráfico de arqueología: evaluación y recomendaciones. Jornadas de Políticas Científicas para la Planificación de la Arqueología Argentina, Tucumán, Octubre 1986.
2. Sólo en lo que va del año 1989 (tres meses) han sido robados los museos de Historia Provincial de Corrientes, la Fundación Josefina Prats de Rosario, la Colección Roscen de Córdoba, el Museo Histórico Presidente Avellaneda de Tucumán y la Casa Padilla también de Tucumán, el Santuario de la Virgen de Mercedes y la Catedral de Tucumán; el año pasado fue sonado el robo de incunables en La Plata.
3. Hugh McLeave,,Robos en los museos, Emecé, Buenos Aires, 1984; Karl H. Mayer, The plundered past, Hamish Hamilton, Londres, 1975.
4. Documentación enviada a la International Foundation for Art Research, New York, 1988.
5. Se trata de un cuadro de Goya y otro de Sánchez Coello, ambos robados en Rosario y recuperados este año.