Informe realizado para el Centro de Arqueología Urbana en el mes de enero de 2011 respecto de material hallado en las ruinas de Tiahuanaco.
Desde el siglo XIX llamó la atención a los viajeros que visitaron las ruinas de Tiahuanaco el sistema con el que las piedras habían sido unidas, ante la falta de un cementante como la cal. Se había tallado en bajorrelieve unos amarres o piezas especiales en forma de H alargada, donde se encastraban con enorme exactitud piezas de bronce hechas con ese propósito. Aun permanecen a la vista del visitante. Esto por cierto no era nuevo, aunque que sepamos nunca se encontró una de esas piezas de supuesto bronce, ya que otro metal no poseían que sepamos, que pudiera haber sido usado.
Durante el año 1987 fui invitado por quienes estaban a cargo de la restauración de la iglesia cercana a visitar los trabajos. La iglesia en buena medida fue hecha en el inicio de la colonia con piedras traídas desde el sitio en ruinas desde hacía siglos incluso en su entrada hay dos monolitos precolombinos sedentes.
Lo interesante es que pude observar que las piedras de mayor tamaño estaban unidas entre sí con piezas de hierro que tenían la misma forma, o muy semejante, a las de las ruinas, y que aun estaban en su sitio. Por supuesto se trataba de hierro forjado a mano. Esta presencia, al ser señalada, ya que las había sueltas por la iglesia en cantidades, generó largas discusiones sobre técnicas constructivas, continuidad de tradiciones culturales y otros temas, pero después a nadie pareció preocuparle el tema. Pero como lo consideré interesante en el momento me solicitaron que hiciera un análisis químico del metal para adjuntarlo al informe de trabajo. En lo personal además hubiera hecho un relevamiento detallado del sistema constructivo pero era una obra estatal en manos de colegas.
Meses más tarde y una vez olvidado el tema, me llegó en un enorme envío por correo una de esa piezas, cuyo paso por el correo fue realmente complejo porque era inexplicable para el vista de aduanas el que se mande por correo un hierro viejo y oxidado. La idea era hacer los análisis prometidos, lo que logré más tarde al encontrar la excelente colaboración del laboratorio de análisis de materiales de Laher Mercantil en San Isidro. Al terminarse el estudio se envió la pieza nuevamente junto con el resultado, aunque lamentablemente sin una interpretación la que debía ser hecha por un experto en historia de los metales en la colonia. Para mi sorpresa, en ese mundo en que aun no existía ni el fax ni se soñaba con Internet o el e-mail, no sólo nadie agradeció el envío sino que el paquete regresó al remitente seis o siete meses más tarde, tras otra odisea aduanal. Y jamás pude encontrar a quién me había hecho el encargo; había cambiado toda la estructura del organismo que hizo la intervención en la iglesia y ahora a nadie le interesaba; no había informes disponibles. Cuando pude regresar, años más tarde, nada se pudo hacer, eran historias antiguas de viejas gestiones políticas diferentes.
Es lamentable porque se olvidó un dato, que si bien puntual, podía resultar interesante en la historia de las técnicas de construcción americana. Unos lo podrán asumir como una continuidad –habría que probar su existencia en etapas intermedias-, o que haya sido producto de alguien que se inspiró del sistema altamente eficiente que estaba a la vista. O que sin siquiera saberlo –cosa que dudo ya que las piedras se sacaron de las ruinas-, se usó un método conocido en todo el mundo desde Egipto. Esas son parte de las preguntas que se abren ante la observación de un hecho concreto.
Dado que nunca más se habló del tema en la bibliografía creo que aun es posible dar a conocer la foto de la pieza metálica y su análisis químico; y quizás a quienes trabajan en estos temas le sea de alguna utilidad.