Ponencia pubicada en el XVI Congreso Nacional de Arqueología Argentina, Arqueología Argentina en el Bicentenario de la Revolución de Mayo, volúmen III, pps. 1077 a 1080, en la ciudad de Mendoza (Argentina), año 2010.
Resumen
La sustitución de importaciones a inicios del siglo XX obligó a los fabricantes y envasadores de cerveza a descarar masivamente recipientes (botellas) de gres cerámico de alta dureza. Algunos les dieron funciones no habituales, como servir para evitar la humedad debajo de los pisos de viviendas. Se analiza un caso en la localidad de Mercedes (Argentina), en que pudo rescatarse un piso hecho de esta manera. Si bien debieron ser comunes son muy raros de hallar ya que son depredados por el alto valor comercial de ese tipo de botellas. Esto abre preguntas sobre los productos de consumo masivo que se descartan y su destino final, ya desde inicios del siglo XX.
¿Qué sucede en las sociedades de consumo masivo con el descarte de los objetos que no se rompen y quedan obsoletos? ¿A dónde fueron a parar los millones de envases para cerveza llegados a la Argentina desde Inglaterra y Escocia en el siglo XIX, cuando quedaron fuera de uso comercial? Pensemos que su ingreso era enorme, en el año 1912 entraron al país sólo por la aduana de Buenos Aires más de un millón de botellas cerámicas; y cuando comenzaron a ser remplazada por el vidrio a partir de 1900, aun en 1906 ingresaron 630.000 (Schávelzon 1991:62). Entonces, si primero el vidrio las fue dejando de lado y la luego la Primer Guerra Mundial las acabó, cabe preguntarnos dónde terminaron esos envases, ya que no todos se rompieron y se arrojaron a la basura, ya que en ese caso la arqueología los encontraría en cantidades. Si bien en las excavaciones en todo el país ha habido fragmentos de ellas o algunas enteras, jamás lo ha sido en cantidades exorbitantes.
Durante octubre 2004 fuimos informados por el Museo Míguez de la localidad de Mercedes, respecto a la existencia de un edificio propiedad de la Municipalidad, que al hacerse obras de remodelación aparecían cientos de botellas de cerveza de gres cerámico[1] bajo los entablonados de madera del piso, las que eran saqueadas. Este no era un tipo de información nueva, ya que hubo otro caso en la periferia de Buenos Aires, el Asilo Erézcano (Malbrán 1999 y 2002), en donde se hizo un rescate similar de miles de fragmentos de botellas de gres. Pero era la primera vez que se hacía factible estudiarlo desde la arqueología, aunque si bien como un rescate al menos era resultado de un trabajo controlado; aun buena parte de las botellas estaban en su lugar. Lamentablemente sólo se nos autorizó trabajar en una habitación del primer patio y durante las horas laborables de un único día. Además de que había sido parcialmente destruida, las otras habitaciones aun continuaban en funcionamiento y sin fecha de obra. Podemos decir ahora que de todas formas nos metimos bajo los pisos de los otros espacios, de contrabando, haciendo agujeros en los entresuelos de una y otra pared y pasando por ellos: obviamente ya habían sido saqueados.
Otras excavaciones hechas en la misma ciudad mostraron un desarrollo estratigráfico normal para la zona, y nada hacía suponer un a construcción del tipo de la hallada (Schávelzon y Frazzi 2008).
El sitio era una de las oficinas usadas como Archivo y Laboratorio Municipal en la calle 29 entre 34 y 36, y que en origen había sido la casa y fábrica de Carlos Sexauer, quien tenía detrás su embotelladora de cerveza y agua gasificada. Por lo que sabemos, la empresa funcionó entre 1868 y 1923, los documentos adjuntos muestran que en 1898 esta funcionando a pleno, y seguramente para 1900-05 había dejado de usar botellas de gres cerámico, como tantas fábricas y envasadoras similares, por los problemas que luego veremos. Estaba ubicada en las calles 25 y 40 con acceso también en 29 y 36. No tenemos la fecha de construcción del edificio, pero por sus rasgos arquitectónicos lo ubicamos para 1910.
Recordemos que además la región pampeana no posee piedra en casi ninguna parte, por lo que es un recurso raro, extraño, y salvo unas pocas regiones es y era un material constructivo de altísimo costo. Tampoco existían tradiciones de vivienda fuera de la centro-europea de casas sobre el nivel de la tierra que, durante el siglo XIX, colocaban pilares de unos 20 o 30 cm de alto, para apoyar el piso de madera despegado del suelo original manteniendo una cámara aislante de la humedad, lo que era realmente un problema especialmente por el frío. Cualquier solución a esto era siempre bienvenida. Este es un caso en el que se adaptó un recurso excedente a una necesidad insatisfecha.
La habitación trabajada medía 4.50 metros de lado; aun tenía un piso hecho de tablas de pino, original, sostenido por pilares de ladrillo, para que hubiera una cámara de aire aislante de la tierra. La levantarse ese nivel se encontró que el nivel inferior estaba compuesto por dos mitades paralelas entre sí: una totalmente cubierto por botellas de gres cerámico clavadas de punta, la otra mitad se dividía entre un sector de tierra y un sótano. Lo saqueado dejó evidencias claras y fragmentos dispersos. El resto estaba intacto y permitió trabajar con todo cuidado. La totalidad de los materiales recuperados fueron guardados en el Museo Míguez.
El nivel sobre las botellas
Al levantarse el piso de madera se encontró un primer grupo de objetos. Un análisis de ese material, tras su limpieza y restauración parcial, permitió identificar un conjunto sumamente sugestivo de materiales culturales del siglo XX que entraron al espacio bajo las maderas, a través de sus agujeros o faltantes. Todo lo hallado tiene las dimensiones necesarias para penetrar por espacios reducidos y por consideramos que representa bien la vida cotidiana de una oficina administrativa municipal, no en sus aspectos burocráticos sino en su uso por el personal que pasa allí sus horas con diferentes funciones. Los objetos son de juegos infantiles (o adultos), de indumentaria y de uso personal (desde peines a cigarrillos), medicamentos de uso libre, cinturones, monedas y objetos de uso escolar. Todo puede ser interpretado como parte del uso del lugar. Un dato oral, fue que en ese sitio se dictaron clases de primaria en alguna oportunidad hacia 1950-60, lo que no dejaría de coincidir con lo hallado.
Los objetos de uso personal formaron un porcentaje del 59.78 % de un total de 276 objetos diversos; la indumentaria el 23.55 %, los materiales constructivos el 10.14 %, la alimentación el 7.24 %, la medicina el 6.72 % y del trabajo el 0.72 %. Por supuesto todo esto podría cambiar según cómo atribuyamos ciertos objetos: un frasco de pegamento puede ser de uso infantil o para trabajar en una oficina administrativa, lo mismo un lápiz, pero eso no cambia en forma sustancial las cifras: valen las 22 bolitas (canicas, una de acero y otra de loza, las demás de vidrio), 16 monedas fechadas entre 1942 y 1979, 52 botones (20 de plástico, 19 de nácar, cinco de vidrio, dos de metal y uno de hueso).
El nivel de las botellas
El nivel inferior al del piso de madera y su cámara inferior de aire, era el ya citado determinado por las botellas de gres. Estaba dividido en dos mitades, una estaba hecho con los citados envases y la otra parte simplemente era tierra. En ese sector había un sótano de dos metros de lado, que parece que pasó desapercibido por mucho tiempo ya que estaba vacío, los empleados locales no sabían de su existencia. Este sólo medía un metro de profundidad, al que aunque le sumemos la cámara de aire, el espacio de las vigas que sostenían el piso, todo eso da una altura máxima de 1.75 cm, lo que es insuficiente para usar el lugar, salvo para guardar cajones de cerveza u otros productos de poco movimiento. Sus paredes estaban hechas con ladrillos de 29 cm de largo, por lo que creemos que es original.
Lo que resulta poco explicable es que la sección sin botellas haya sido nivelada con una primera capa de tierra apisonada y luego con polvo de ladrillo muy compactado, pero cuya altura está por encima del nivel estéril bajo las botellas; es decir que se excavó primero y con exactitud la parte donde se pondrían las botellas y luego se hizo el resto, con absoluta precisión. Ahora, cabe preguntarse el porqué de esta diferencia: ¿acaso no era necesario aislar ese sector de la habitación?, ¿habían dos actividades diferentes en el mismo sitio?
Se hicieron una cala bajo el piso de ladrillos del sótano, otra bajo las botellas y dos en la parte sin ellas, pero sin hallar más que tierra estéril. Es decir, esa casa fue la primera en el sitio. Suponemos que esta parte de la casa debió usarse como escritorio u oficina en una mitad –la aislada-, y de depósito la otra. Otra opción que hemos visto en arquitectura de época es que hubiera un mostrador que separaba a los empleados de la atención al público.
Los pequeños pilares de ladrillo que sostenían el piso elevado estaban apoyados tanto en la tierra como en las botellas, y por encima de ellos había vigas de madera de 15 cm de alto, las paredes tenían un zócalo original y revoque con varias capas de pintura. En al menos un sector quedó la pintura original color celeste a la vista. La altura de la cámara de aire era la correspondiente a cuatro hiladas de ladrillo
Tal como dijimos bajo el piso de madera sostenido por pilares, estaban colocadas boca abajo unas 1.900 botellas a un promedio de 150 por metro cuadrado. Fueron recuperadas enteras o con pequeñas roturas en pico o base, mil cien de ellas más una cantidad en fragmentos que no fue posible cuantificar por la velocidad con que se hizo el rescate, el que debió completarse en pocas horas. Por suerte, todas las botellas enteras pudieron trasladarse al museo local.
Al limpiar el conjunto y quedar el piso a la vista resultó realmente de asombro, ya que jamás hubiésemos supuesto que fuera factible hacer un nivel de perfecto nivelado y tanta rigidez sin tecnología sofisticada. Las botellas no tenían entre sí mucho más de uno o dos milímetros de diferencia en su nivel superior, pese a que luego vimos que las había de tres diferentes tamaños, lo que hizo aun más complejo el trabajo del artesano; si bien en su mayoría eran del tipo sinusoidal también las había cilíndricas (para una tipología véase Schávelzon 1987, 1991 y 2001).
El sistema implementado para colocarlas para el piso fue el siguiente: tras nivelar perfectamente el nivela usar se procedió a colocar una capa de barro –tierra limpia y agua- de unos 5 cms; posiblemente sin dejarla secar se le agregó por encima cuatro centímetros de polvo de ladrillo muy fino. En forma inmediata se procedió a comenzar a clavar, pico hacia abajo, las botellas, de tal forma que se hundieran en el barro lo necesario para que la parte superior, la base, quedara nivelada una con otra. Es obvio que no había posibilidad de modificar mucho el envase una vez colocado por lo que el artesano debía tener buen entrenamiento en lo que hacía. Esto dejaba unos 20 cm libres del cuerpo de la botella, con lo que creaba una nueva cámara de aire, casi alvéolos entre un y otro envase; en algunos casos había un poco de tierra negra cernida como relleno, al igual que encontramos bastante polvo de ladrillo sobre la base de las botellas, aunque creemos que es suciedad de obra y no una decisión constructiva.
Todo esto haría el sitio realmente impermeable a la temperatura y humedad. Obviamente para controlar el nivel final se deben haber usadas vigas de madera –las llamadas reglas-, del largo total de la habitación, ya que si no hubiese sido imposible lograr esto sin instrumental de precisión. Luego de colocado todo, que debió hacerse a gran velocidad para que no se secara el barro inferior, se lo debe haber dejado quieto para que tomara consistencia como conjunto y se endureciera, ya que parte del líquido penetró en las botellas ayudando a sostenerlas. Una vez lograda la estabilidad estructural se le colocaron los pilares de ladrillos, luego las vigas de madera y finalmente el piso encima, sin lograr mover las botellas un milímetro durante casi un siglo de uso y con el peso del mobiliario, y sin mantenimiento alguno. Sólo una botella ubicada casi al centro se la encontró perforada, pero por lo observado lo debió estar de origen ya que no habían fragmentos en el interior (¿tuvo algún significado especial?). Esta botella nos da una posibilidad diferente para hacer la nivelación, ya que si se clavó allí un elemento vertical era posible hacer rotar una madera y lograr darle a todo el mismo nivel. Si esto fue así, es aun más excelente el albañil que hizo esta obra. Resulta notable que aun hoy haya sido posible caminar y trabajar sobre esas botellas sin producir siquiera una fisura en ellas, tal es la dureza estructural que tienen al estar colocadas de esa manera, lo que aumenta la dureza que ya tiene el gres en sí mismo.
El origen y fechamiento de las botellas
Todas las botellas tienen, como sucede habitualmente, una marca en la parte inferior externa que indica al fabricante de origen. En este caso los sellos pertenecían en su enorme mayoría a la fábrica Grovesnor que estaba en Bridgeton, Glasgow, Escocia, desde 1869 y se cerró en 1926. Pero desde 1896 pasó a llamarse Eagle Pottery, mientras que los sellos en que figura el hijo son posteriores al año 1906. Esto nos ayuda con el fechamiento del piso. También las había en mucho menor cantidad de la fábrica de H. Kennedy ubicada en Barrowfield, Glasgow; de MacIntyre & Co. de Burslem y de John Murray & Co. de Liverpool.
En algunos pocos casos las botellas tenían etiquetas impresas de los envasadores locales, que reusaban una y otra vez las botellas sin marca impresa pegando etiquetas de papel. Así se encontraron botellas de Barbe (tres unidades), Buhler (2 unidades) y Bieckert (una); el primero funcionó en esa misma ciudad de Mercedes –esquina de 31 y 25- entre 1887 y 1894, Buhler trabajó entre 1845 y 1890 siendo estos envases de los tardíos, y Bieckert entre 1860 y 1890, los dos últimos en Buenos Aires.
Este tipo de botellas hechas de cerámica cochurada a alta temperatura eran un producto que, no por hacerse masivamente dejaban de ser artesanales y necesitaban gran cantidad de mano de obra, por lo que el gobierno inglés les daba a los fabricantes grandes franquicias económicas, en contra del vidrio que era el típico producto de la Revolución Industrial, para no crear un problema de desempleo. Pero la Guerra Mundial necesitó de esa mano de obra y la producción de gres decayó de manera casi absoluta, para transformarse en algo poco habitual desde ese entonces en Europa. En Argentina las importaciones caen abruptamente en 1914 y en tres o cuatro años pasan a ser casi nulas y las reemplazan las de vidrio ya de producción local.
Otros casos de pisos o paredes de botellas
Desde la arqueología se ha hallado y estudiado sólo un piso hecho con botellas de gres en el país. Se trata del ya citado Geriátrico Erézcano, excavado bajo la dirección de América Malbrán en la localidad cercana a Buenos Aires de Almirante Brown (1999 y 2002). Si bien en ese caso el hallazgo se produjo al hacer una zanja para una cañería, lo que se observó es que se trataba de un estrato de botellas puestas horizontalmente. Esto muestra que había variedad de usos de estas botellas en la hechura de pisos. Para muros al menos hemos visto fotos de una pared, en gran medida hecha de esa forma. Sabemos por referencias orales que, por falta de piedra, llegaron a molerse en máquinas para mezclarse con asfalto para hacer carreteras.
Con las botellas de vidrio, aunque realmente no sirven para reemplazar ladrillos ya que no tienen capacidad para unirse con la cal o el cemento, conocemos al menos en la provincia de Santa Cruz dos casas cuyas paredes estaban hechas con botellas puestas horizontalmente aprovechando todo su ancho (Mónica Carminati, com. personal). Otra posible pared la encontramos, pero no pudo ser estudiada, en la localidad de la zona desértica frente a Puerto Deseado en 2007 y la fechamos para 1920. Por último se encontró en Puerto Santa Cruz una casa abandonada, fechada hacia el año 1900 o 1905, en la cual el pozo para la letrina (excusado) estaba recubierto de botellas de vino Chianti importado de Italia. También la bibliografía internacional muestra casos aislados en que se usaron botellas de vidrio para pozos de agua, del cual el más conocido está en la playa de New Smyrna en Estados Unidos (Ste. Claire, Moore y McKinney 1998; allí pueden verse algunos otros casos). Resulta interesante que el fechamiento sea muy coincidente, ya que son todas de 1880 a 1910, época de gran inmigración en Argentina y por ende de establecimiento de nuevos poblados en zonas casi no ocupadas anteriormente, en las que no había piedra u otros materiales disponibles.
Las botellas de gres cerámico
Estas botellas o recipientes, ya que hay de ambos tipos, estaban hechos de uno de los materiales cerámicas más comunes en la arqueología del siglo XIX, producto de la cocción cerámica a muy altas temperaturas, lo que les daba resistencia. Comenzaron a llegar al país a inicios del siglo XIX, posiblemente hacia 1820. El material era usado desde el siglo XVI en el norte europeo y se acabó como dijimos con la Primera Guerra Mundial. Esto produjo trastornos a los envasadores de cerveza locales en un primer momento, ya que por tantos años los recipientes eran retornables para su rellenado, obligando a la industria nacional a incrementar la producción de envases de vidrio; allí se definió el uso del color miel que no permitía que los rayos solares afectaran el contenido a la vez que asociaba la botella al color de la malta misma de la cerveza. La última importación a Buenos Aires se hizo en 1918. Estos envases provenían de fábricas inglesas y escocesas. Se caracterizaban por su gran durabilidad y su capacidad de mantener la temperatura interna, tanto es así que tenemos referencias históricas para su uso como cantimploras por el mismo ejército o para calentar agua y colocarlas dentro de las camas, entre tantos otros usos.
El caso de lo excavado en Sexauer es llamativo por la variedad de botellas que se usaron en el piso y que no todas fueran de su fábrica de sus fábricas, producto posible de la tradición de la recarga o rellenado de botellas al por mayor, sin fijarse demasiado en que fueran sólo de su propia marca o incluso de su competidor vecino. De las encontradas, los colores habituales son el blanco y el café claro, o ambos combinados. La cerveza se envasó primero en recipientes de color blanco, luego con un chorreado en la parte superior hecha con óxido de hierro de color café conocido como «baño de chocolate», que desapareció hacia 1850 para quedar cubiertos con un esmalte blanco opaco. Más tarde se hicieron comunes las botellas de forma cilíndrica, con diversos picos. Las hubo con sello impreso o con un escudo en relieve con la marca. En general los picos muestran aun la marca del alambre con el cual se ataba un corcho, aunque en ocasiones traía de fábrica una tapa hecha del mismo material con el corcho incluido.
Conclusiones
La suspensión del ingreso de botellas desde el exterior debió ser un golpe muy fuerte para estas empresas, más si se mantenía lo que nos dice el 2º Censo Industrial sobre este establecimiento, el que producía más de 71.000 litros anuales de cerveza, que eran colocados dentro de envases provenientes del exterior. El lento reemplazo por botellas de vidrio nacionales dejó fuera de uso millones, muchos millones de botellas de gres. Resulta así lógico haberlas usado, con inteligencia, para crear cámaras de aire debajo de los pisos de casas y darles mayor estabilidad térmica a la vez que para controlar la humedad, entre otros muchos usos que aun desconocemos.
La Villa de Mercedes fue considerada como ciudad a partir de 1865. No se trataba solamente de un cambio formal de estatus, si no que esta nueva denominación conllevaba todo un desafío para un pueblo que, en las décadas siguientes, sería conocido como La Perla del Oeste. Era un pueblo con una larga trayectoria como frontera y comandancia militar contra el indígena, que comenzó a vivir un proceso de desarrollo que pronto se vería reflejado en todos los aspectos de la vida cotidiana. La nueva sociedad local, heredera de los fortineros, se iba constituyendo a partir de la radicación de inmigrantes europeos en su mayoría italianos y españoles, lo cual imprimió a la zona un nuevo perfil social y económico. El Banco de la Provincia estaba establecido desde 1864. En la década de 1880 Mercedes era una ciudad mediana y no es raro que empezar a funcionar una cervecería y venta de aguas gasificadas que llegaría a ampliarse de forma rápida y eficiente. La presencia de inmigrantes significaba para 1869 el 24 %, llegando a un máximo del 29 % en 1881. Según el Censo Industrial de la Nación, hecho en 1895, la fábrica tenía siete trabajadores de los cuales seis eran varones extranjeros y la única mujer era Salomé Sexauer, propietaria. El capital en ese año llegaba a los $ 49.060, producían 71.300 litros de “cerveza sencilla y doble”, tenían cinco máquinas de soda y dos “hervidores”, la totalidad de los envases de gres (“varro”) y vidrio eran del exterior y aun importaban lúpulo y gelatina para la producción. El agua era de aljibe y de pozo semisurgente (sobre salubridad en Mercedes en esos años ver: Schávelzon y Frazzi 2008).
Una fábrica de esta naturaleza debió enfrentarse casi de golpe a la sustitución de importaciones. No sólo la empresa debía comprar envases de vidrio, aprender a manipularlos dada su fragilidad, si no también disponer de los cientos de miles de envases que quedaban fuera de uso. Actualmente eso ha sucedido varias veces con los envases “retornables” de vidrio, pero el caso es diferente ya que pueden fundirse y aprovechar el material. Una solución la encontró Sexauer para su propia casa., al igual que muchos otros lo debieron usar, en todo el país, con propósitos similares.
Bibliografía
Malbrán, A. 1999. Salvamento arqueológico en el Geriátrico Erézcano, informe de trabajos 1998-1999 (Almirante Brown, prov. de Bs. As.), informes al Centro de Arqueología Urbana (inéditos), Buenos Aires.
Malbrán, A. 2002. Botellas de cerveza ¿un sistema constructivo?, Arqueología histórica argentina, pp. 589-592, Ediciones Corregidor, Buenos Aires
Ste. Claire, D.; D. Moore y R. McKinney. 1998. Ninety-nine bottles of beer in the wall: a turn of the century bottle well in New Smyrna beach. The Florida Anthropologist, vol. 51, no. 3, pp. 147-154
Schávelzon, D. 1987. Tipología de recipientes de gres cerámico para la arqueología histórica de Buenos Aires. Programa de Arqueología Urbana. Buenos Aires
Schávelzon, D. 1991. Arqueología histórica de Buenos Aires. La cultura material porteña de los siglos XVIII y XIX. Volumen I. Editorial Corregidor. Buenos Aires.
Schávelzon, D. 2001. Catálogo de cerámicas históricas de Buenos Aires (siglos XVI-XX) con notas sobre la región del Río de la Plata. CD. Fundación para la Investigación del Arte Argentina, Telefónica, FADU. Buenos Aires.
Schávelzon, D. y P. Frazzi. 2008. Mercedes: excavaciones en el Hotel Nogués. Revista de Historia Bonaerense. no. 33. Pp. 36-44; Morón.
IMAGENES
Referencias
[1] Lo que se denomina gres (del francés) es el material cerámico cocido a alta temperatura que en inglés se conoce como Stoneware; en tiempos coloniales fue llamado “loza de piedra”. En este caso son importados de Inglaterra. Fueron también comunes localmente para otros usos como la ginebra de Holanda.