El Jaguar de Chicén Itzá, un monumento olvidado

Cuadernos de Arqueología Mesoamericana

Publicado en la revista «Cuadernos de Arquitectura Mesoamericana», N° 5, pps. 55-57, septiembre de 1985, División de Estudios de Posgrado, Facultad de Arquitectura, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

The autor, once again, brings our attention to the importance of an almost forgotten document: the beautiful sculpture of a jaguar, discovered in 1875 by Le Plongeon in Chichén Itzá, and today in the bodega of the museum of anthropology in Mérida.

Hace algún tiempo, revisando los libros escritos por los viajeros y arqueólogos franceses que llegaron a México en el siglo XIX (1), tuve la sorpresa de encontrarme un monumento muy interesante, y al cual se le ha dado muy poca importancia. Prácticamente podemos decir que está sumido en el olvido, pese al interés que posee. Se trata del jaguar recostado que Auguste y Alice Le Plongeon desenterraron en Chichén Itzá durante sus excavaciones de 1875.

Se trata de una gran figura de piedra tallada casi en bulto, que muestra al animal recostado, con sus patas delanteras delicadamente cruzadas una sobre la otra, y las traseras simplemente apoyadas entre sí. La cabeza, por desgracia nunca encontrada (tampoco nadie se ha molestado en tratar de ubicarla), fue reemplazada por Le Plongeon por otra de tipo antropomorfo, la que si bien no corresponde a la escultura, le venía perfecto para su interés de descubrir una verdadera Esfinge Americana (2). Sobre este tema y en base al jaguar escribió un libro que desde su época levantó una gran polémica, acerca de los egipcios, fenicios y masones entre los mayas antiguos. Poco después dicho jaguar fue fotografiado por Teobert Maler, pero ya sin la cabeza. Actualmente ambas piezas están depositadas en el Museo de Mérida, en la bodega y fuera de la vista del público visitante.

La característica principal de esta escultura es su marcado naturalismo, fuera del geometrismo tradicional posclásico, lo que sumado al propio motivo, es decir al ser un jaguar recostado, la hacen una escultura única hasta la fecha. Además, por su forma está emparentado con algunos jaguares del Altiplano; concretamente sabemos de tres de la cultura mexica que pueden parecerse a él: el de la sala homónima del Museo de Antropología en México, otro en el Anahuacalli y un tercero en el Broaklin Museum (3). Al observarlos en conjunto se notan rápidamente las similitudes y las diferencias, mostrando que los cuatro podrían descansar juntos sin aparentes anomalías de grupo. Por otra parte, no he podido encontrar ninguna escultura de animal tolteca —lo que por su fecha debería tener relación con el jaguar en cuestión— que pueda asemejársele.

También debemos tomar en cuenta que fue descubierta en la parte superior del Mausoleo I, actualmente conocido como Plataforma de las Águilas y Jaguares, con cuyos relieves guarda marcadas semejanzas, en especial con el tratamiento de las manchas de la piel. Por desgracia, al ser reconstruido este edificio en 1951 (4), no se lo volvió a colocar en su lugar, es decir empotrado en el piso superior, sino que se lo dejó abandonado, hasta que tiempo después fue llevado a Mérida. En un siglo casi de intemperie sufrió golpes y deterioros de todo tipo.

El jaguar no es sólo importante por todo esto, sino también por que su descubrimiento, y del Chac-Mool descubierto en la plataforma de su lado, fueron el centro de una gran polémica que duró hasta la década de 1920. Recordemos que Le Plongeon causó gran revuelo con sus dos excavaciones en ese sitio, ya que fue el primero en postular la importancia del trabajo de campo para luego poder plantear cualquier tipo de teorías. Por otra parte fue el primero en realizar análisis químicos de los restos orgánicos descubiertos, al igual que el primero en realizar trabajos estratigráficos en la zona maya (5). También su ulterior enfrentamiento con el gobierno de México, al tratar de llevarse a una exposición internacional el Chac-Mool, es hoy en día un texto fundamental para entender la historia de la lucha por la conservación del patrimonio cultural de México (6).

Pero el gran aporte de Le Plongeon quedó tapado bajo sus propias teorías acerca de la masonería, los egipcios y los fenicios entre los mayas, así como por el contenido esotérico que les dio a sus propios descubrimientos. Eso hizo que sus fotos y objetos quedaran marginados de la arqueología oficial. A tal grado que sólo Teobert Maler volvió a tomar fotos de la escultura, y el único que la utilizó en sus artículos fue el incansable Eduard Seler (7) en 1908.

Pero regresando a nuestro jaguar en discusión, es importante mostrar cómo la escultura maya tardía, sumatoria de esfuerzos tradicionales y foráneos, llegó a producir magníficos ejemplos de lo que podemos llamar casi escultura de bulto. El jaguar se halla recostado sobre su pedestal, pero en forma independiente de él; si vemos el cuerpo y las extremidades, poseen una curvatura que, al continuarse detrás de la vertical, dan la sensación de que el animal se ha recostado por un instante para descansar. Un recurso naturalista, dinámico de marcada sensualidad, que por cierto es bastante poco común en la plástica del posclásico yucateco.

En conclusión, es posible que existan otras piezas semejantes, tanto en el sitio como en la región en general, cuyas características salgan del geometrismo tradicional, y cuyo estudio abra nuevas posibilidades interpretativas del arte prehispánico. Si esta escultura es contemporánea del cercano Chac-Mool, sin duda que muestran cánones formales totalmente diferentes. Y si no es de la misma época, tenemos entonces un tema aún más interesante para estudiar. Habría sido muy interesante el que, cuando se realizó la reconstrucción del basamento, en 1951, se la hubiera vuelto a su lugar original, empotrada en el piso, de tal forma que la capa de estuco que lo cubría mostrara al jaguar como simplemente recostado sobre el suelo.

Daniel Schávelzon *
México, D.F., mayo de 1984

El jaguar recostado de Chichén Itzá fotografiado por su descubridor, Auguste Le Plongeon, con una cabeza que no corresponde (Le Plongeon 1896: lám. 25).

Fotografía tomada un poco más tarde por Teoberto Maler, en la que la cabeza se halla arriba a la izquierda, sobre otras piedras provenientes de la misma zona (Seler 1908: fig. 36-2).

  • Doctor en Arquitectura, UNAM. Director de Investigación de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires

AGRADECIMIENTO

Para realizar este artículo nos fue de enorme utilidad Lawrence Desmond, único especialista en la vida y obra de Le Plongeon. Karl Herbert Mayer ubicó la escultura en el museo arqueológico de Mérida.

NOTAS

1. Daniel Schávelzon, Francia en la arqueología de México: 1820-1914, en prensa, CEMCA-UNAM, México.

2. Atice y Auguste Le Plongeon, Queen Moo and the Egyptian Sphynx, edición del autor, New York, 1896.

3. Ignacio Díaz Balerdi, El jaguar en la plástica del altiplano, tesis de maestría, UNAM, México, 1984. Los jaguares en cuestión figuran bajo los números 22, 23 y 24.

4. Daniel Schávelzon, Teoría e historia de la restauración en México: 1780-1980, tesis doctoral, UNAM, México.

5. Lawrence Desmond, The excavation of Le Plongeon of the Platform of Venus, Chichén Itzá, 1883, ponencia presentada en el Annual Meeting de la Society for American Archaeology, 1981.

6. Stephen Salisbury, Jr., Dr. Le Plongeon in Yucatán: his account of discoveries, edición del autor, Worcester, 1877.

7. Eduard Seler, «Die ruinen von Chichén Itzá in Yucatán», Gesammelte Abhandlugen zur Amerikanischen Sprach-und Altertum¬kunde, vol. 5, pp. 197-388, Akademische Druck-u. Verlagsanstalt, Graz, 1961. Las figuras del jaguar son los números 36-1 y 36-2 de dicha edición.

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