Muchos escritores han dicho que lo que diferencia la juventud de la ancianidad es la sensación de que las cosas pasaron sin darse cuenta de cuándo ocurrieron, y que ya es tarde para cambiarlas. Si bien eso es literatura, no política, el proceso vivido por la arqueología urbana es un excelente ejemplo para observar que sucede realmente con el patrimonio y cuales son las respuestas que la sociedad puede darle a las exigencias de su protección. Lo que hoy todos entendemos por arqueología urbana no existía en el país antes de 1986. Nunca se había usado el concepto ni había escritos sobre el tema -aunque sí existía en el exterior-; incluso las primeras excavaciones en el Caserón de Rosas en 1985 estuvieron pensadas como parte del estudio de un edificio significativo en la historia urbana, es decir un ejercicio académico, tampoco nadie pensaba en preservar o dejar a la vista lo que había. La posibilidad de pensar en una nueva forma de estudio de la ciudad y sus transformaciones en el tiempo, de la vida doméstica y su cultura material, no surgieron hasta más tarde.
El primer libro en el país en cuyo título figuraban las palabras arqueología urbana lo publiqué en 1992; los primeros libros sobre excavaciones urbanas -Buenos Aires y Mendoza- se hicieron simultáneamente un año antes, en 1991. Es decir que la comunidad aceptó y reconoció la existencia y necesidad de este campo del conocimiento en muy poco tiempo, tan poco que ni siquiera nosotros nos dimos cuenta de lo que estaba pasando. Las pasiones desatadas alrededor del tema, las luchas por espacios de poder y presupuestos, lógicamente, tienen la agresividad que corresponde a algo que creció demasiado rápido; es parte del precio a pagar por lo que debió haberse establecido hace tiempo.
¿Qué tenemos hoy entre manos? Sabemos que bajo el suelo de la ciudad existen cuatrocientos años de historia representados por contextos, objetos e importantes restos de arquitectura; sabemos que esto es significativo para conocernos a nosotros mismos y que todo ello forma parte de un patrimonio cultural que no debería ser destruido; sabemos que la comunidad está realmente interesada en el tema -expresado por los medios de comunicación, asistencia a exposiciones, premios y venta de libros- y por el ejemplo del exterior que nos muestra por la televisión todos los días lo que se hace en el mundo más desarrollado y a veces en el otro también. Ya dos de las tres maestrías existentes en el país en Conservación del Patrimonio Cultural han incluido el tema como materia obligatoria. Esta presión se conecta con el impulso que el tema ha tomado en el interior: valga el caso de Mendoza donde el proyecto de transformación del centro histórico (el Area Fundacional) se inició en 1988 y no se ha detenido, siempre orientado por la arqueología urbana, pero no por eso dejando de lado la arquitectura moderna y el desarrollo urbano y social. En ese caso la arqueología urbana significó, además de lo patrimonial, el mejoramiento de la calidad de vida en un área deprimida de la ciudad. Hay otros programas establecidos en municipios en Quilmes y Córdoba, se está trabajando en las provincias de Misiones y Tucumán y hay proyectos a iniciarse en breve en varios otros sitios del país. Pero Buenos Aires se encuentra ahora en una encrucijada: el tema está instalado, se hacen algunas excavaciones y estudios, se publica y se difunde, pero no existe aun un solo sitio preservado o visitable que no sea privado, ni un solo sitio de exhibición permanente, ni siquiera un sistema de conservación adecuado para el enorme patrimonio ya recobrado. Sólo la Manzana de las Luces muestra parte de sus túneles y no fue un trabajo generado por este tipo de visión del pasado. Es cierto que se está trabajando, pero en concreto y a la fecha los resultados no están a la vista. Tampoco existe legislación o normativa alguna en el tema: obviamente, ¡cómo iba a existir si lo descubrimos hace tan poco tiempo! Esto es lo que muestra que las cosas pasaron y los gobiernos municipales no se dieron cuenta. El vacío legal es interesante ya que la novedad del tema hace imposible aplicar lo ya existente -poco y no demasiado bueno- y creo que esta es una buena oportunidad para lograr un marco jurídico municipal que, a la vez que proteja, impulse su crecimiento. Volveremos más adelante sobre esto.Pero antes de continuar debemos tener conciencia que la arqueología no es la búsqueda o descubrimiento de objetos sino la construcción de conocimientos a través de esos objetos, o mejor dicho, a través de los contextos que conforman esos objetos y los ubican en el tiempo y el espacio. No se trata de aumentar una colección de piezas históricas -aunque eso tiene gran valor patrimonial- sino de interpretar nuestro pasado como ciudad. La arqueología no es un técnica sino una forma de acercarse al pasado.Hasta la fecha en Buenos Aires hizo arqueología urbana una sola institución en forma permanente (el Centro de Arqueología Urbana, desde 1986) con un par de docenas de excavaciones y diez libros publicados. El año pasado se sumó a estos trabajos el Gobierno de la Ciudad que hizo un proyecto de envergadura en la Casa Ezcurra, Alsina 455, y trabajos menores en la plaza Roberto Arlt (dirección Marcelo Weissel) y en Parque Patricios (dirección América Malbrán), se inició una investigación sobre arqueozoología de la ciudad con el estudio de cerca de 50 mil huesos de los siglos XVI al XIX (dirección Mario Silveira), se editó un primer libro con los resultados de la excavaciones de Balcarce 433 (textos de Schávelzon y Silveira) y se hicieron algunos otros trabajos incluyendo varias exposiciones. Ese mismo año se sumó el Instituto Nacional de Antropología que con voluntarios de otros organismos hizo un rescate de dos días de trabajo en la esquina de Moreno y Defensa. Un proyecto independiente de gran interés fue el hecho entre 1996 y 1997 en La Boca, durante la remodelación que se hizo de la rivera del río (dirección M. Weissel). Esto puede parecer mucho -y lo es en función de la falta de recursos-, pero lo cierto es que es prácticamente nada para una ciudad de esta envergadura.
Hasta 1997 muchos de los trabajos fueron financiados por particulares o por fundaciones del exterior; actualmente están en exhibición permanente únicamente los objetos excavados en Michelángelo (Balcarce 433) y algún día tendremos el túnel del Tercero del Sur (Defensa y Chile) recorrible en toda una manzana, también un emprendimiento privado. El Estado Nacional ha iniciado, desde 1993, la inclusión de trabajos de arqueología en el interior de los Monumentos Históricos Nacionales de lo que ya hay tres casos en el país.
La arqueología urbana en el Gobierno de la Ciudad
En primer lugar, si hablamos desde el Gobierno de la Ciudad, es necesario definir cual es el papel que le toca como municipio. Es más que obvio que no es el de cumplir las funciones de la Universidad ni del CONICET u otros centros de investigación. Esos organismos desarrollan, o pueden desarrollar, proyectos arqueológicos con objetivos académicos de diversa índole; si bien todos se hacen en la ciudad -en terrenos públicos o privados, lo que no es lo mismo- por lo general no implican ni la preservación del sitio, ni su exhibición pública, ni el rescate de urgencia, o estos temas deben tratarse con los propietarios (cosa también nueva en nuestro medio). Se trata de estudios altamente valiosos en los que el Gobierno debe sólo colaborar.En cambio la situación es diferente cuando se trata de sitios de propiedad pública -calles, plazas, edificios, el río o el Riachuelo, terrenos abiertos- o que haya un área definida a través de ordenanzas que implique la acción arqueológica municipal, o en casos de rescates por descubrimientos casuales en los cuales los propietarios no quieran o no puedan hacerlo. Esos son los puntos cruciales. En todos esos casos el Gobierno de la Ciudad debe intervenir. En síntesis, el área específica de acción del GCBA son los siguientes casos:
- Creando proyectos específicos para el estudio arqueológico de la ciudad en función de sus propios intereses y prioridades
- Estableciendo áreas de protección -con diversos grados de intensidad- donde debe haber excavación y/o supervisión durante las demoliciones
- Con acciones de rescate
- Colaborando con otras instituciones que trabajen en el tema
Esto deja claramente establecido que el GCBA no es un centro de investigaciones ni tiene por objeto el desarrollar en forma sistemática proyectos científicos; sí el hacer su trabajo en la materia y apoyar a todos los que quieran hacerlo, dentro de las posibilidades reales que tiene; tampoco debe ser un centro de financiamiento de proyectos de terceros aunque no debe dejar de apoyar esos estudios. Pero esto no implica que debe pensarse sólo en el rescate; un programa de acciones bien establecido puede enmarcar esas tareas con previsión, las que adecuadamente planificadas pasan de ser acciones de emergencia a ser situaciones normales.Para terminar con estos aspectos generales, la arqueología urbana es por su propia naturaleza una actividad interdisciplinaria; cualquier equipo destinado a esa actividad debe estar definido y compuesto por arqueólogos, historiadores, urbanistas, historiadores de la arquitectura y todos los especialistas que sean necesarios para mantener una visión de esa naturaleza. Pero básicamente la orientación está determinada por sus las palabras claves: arqueología y urbana; sólo una de ellas y el problema será insoluble.
El marco referencial dentro del GCBA
¿Quién hace y cómo se hace arqueología urbana en el Gobierno de la Ciudad? Primero, creo que es un trabajo conjunto en el cual entran dos organismos: Cultura y Planeamiento Urbano; esto no es arbitrario ni casual; creo que debe ser así ya que se trata de un tipo de trabajo que ninguna de ambas dependencias puede hacer por sí sola: siempre le faltará un aspecto que debería cubrir la otra. Si para esto es necesario construir una estructura simple de relación, es bueno que se haga. Debemos tener presente que se trata de intervenciones en sitios urbanos y edificios públicos, participación en demoliciones u obras de remodelación o restauración y la supervisión y/o intervención en obras privadas; pero también es el ubicar los conocimientos dentro de la estructura general de la cultura y la historia, es preservar un patrimonio mueble, es generar proyectos científicos, es publicarlos, es entender qué es prioritario de ser estudiado. Podemos preguntarnos qué es más importante en este momento: aumentar las colecciones de objetos suntuarios o domésticos de las familias que vivieron en la zona céntrica o preocuparnos por los barrios, por la memoria y la identidad de quienes viven alejados del centro?, son más valioso los pozos de basura de las casas importantes que las de los pobres que vivían en los barrios en formación?, es mejor estudiar las semillas y el polen que los cimientos y restos de paredes? La arqueología se hace preguntas múltiples y variables que cambian en forma constante. Qué es mas importante de preservar, lo más antiguo?, lo único?, lo que representa a todos o a muchos?, todo? Para quienes estudian como ha cambiado la forma de comer -hay un importante proyecto sobre ese tema en Buenos Aires- los huesos son muy significativos; para quienes están interesados en conocer los procesos de descarte de la basura -tema también en estudio- la basura de las décadas de 1950 o incluso posteriores pueden ser importantes; y así al infinito. En realidad lo que la arqueología hace es tratar de estudiar el comportamiento global de la sociedad en el pasado.
Qué puede (o debe) hacer el G.C.B.A.
- Crear una relación estable para esto entre Planeamiento y Cultura;
- Establecer una Ordenanza que regule sobre el tema;
- Mantener un equipo -al menos más de una persona- para este tema;
- Tener un presupuesto mínimo o alguna alternativa para acceder a él ya que la arqueología tiene costos operativos, bajos pero los tiene
- Crear un sitio de exhibición permanente que incluya el trabajo mismo dearqueólogos y restauradores (ya hay un proyecto)
- Establecer el Plano del potencial arqueológico de la ciudad
- Definir su área de acción:
– desarrollo de proyectos propios en espacios y edificios públicos
– excavación y supervisión de obras municipales
– supervisión y/o rescates en obras particulares
– convenios y apoyo a otros proyectos
La Ordenanza planeada La ordenanza propuesta debe estará basada en el Plano del potencial arqueológico de la ciudad de tal forma que se puedan establecer la zonas en las que el control arqueológico en propiedad privada es obligatorio y/o opcional para el propietario, la forma en la cual éste debe aportar económicamente para el desarrollo de esas actividades (hay países en que existe un impuesto municipal al efecto, por ejemplo $ 1 por metro cuadrado a construir). Se deberán establecer bien las obligaciones y derechos de las partes, los plazos de intervención, la propiedad y destino de lo descubierto, las formas de difusión y publicación de lo excavado, que regule las acciones inter-institucionales y que mantenga actualizado el Plano citado. Existen diferentes experiencias que pueden ser analizadas para la elaboración de esta ordenanza; me gustaría citar la de Mendoza. Allí se ha decidido que el sector de la traza fundacional (cinco por cinco manzanas) tenga, además de normas de preservación -límite de altura, tipo de actividades, publicidad, etc- la obligatoriedad de la inspección arqueológica, a cargo de un equipo estable del municipio. Asimismo éste se reserva el derecho a disponer de los materiales de demolición que considere importantes para el museo del área, los que son seleccionados por los arqueólogos y arquitectos responsables del tema. En otros sectores de la ciudad, al igual que en Córdoba, el municipio se reserva el derecho de exigir una inspección para autorizar una obra nueva en sitio demolido o por demoler. Las posibilidades son muchas y es necesario un estudio cuidadoso.Estas son las idea básicas que el área de arqueología urbana del Programa por la Memoria de Buenos Aires (Secretaría de Cultura) ha establecido para su funcionamiento. Son ideas y como tales, son discutibles. Aquí están precisamente para eso: abiertas a una discusión constructiva.