Artículo publicado en Cuadernos de Arquitectura Mesoamericana, N° 2, de la División de Estudios de Posgrado, Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de México (UNAM), julio de 1984, México D.F.
This article provides information about the peculiar Teotihuacan – like tableros of Kaminaljuyú´s Structure D-III-I and the superimposed polychromed clay mask panel. Besides, those are compared with other tableros from the same site, showing the curious blend of Maya highland´s traditions with those of Central Mexico.
Desde fines del siglo pasado innumerables viajeros, estudiosos y arqueólogos han visitado las ruinas de Kaminaljuyú en Guatemala. Y a partir de 1927 ha habido también una larga serie de trabajos arqueológicos intensos, que se han continuado casi hasta nuestros días; pero todo ello no ha impedido que el sitio fuera destruido en su casi totalidad por el crecimiento de los suburbios de la ciudad de Guatemala, en uno de los casos más lamentables de la arqueología mesoamericana1. Queremos destacar en estas notas un aspecto inusitado del sitio -cuyos tableros han llamado la atención desde siempre por su semejanza con los teotihuacanos-, y que ha pasado desapercibido a los especialistas en temas: los tableros decorados de la estructura D–III-1, verdaderamente únicos en nuestro continente y que están aún en regular estado de conservación.
La estructura D-III-1, antiguamente unida a la E-III-6, ella un basamento piramidal que fue sufriendo diversas modificaciones a través del tiempo. Cronológicamente la estructura no está bien fechada, habiéndola la ubicado los arqueólogos entre las fases Arenal y Aurora, es decir entre el Clásico Temprano (entre el 100 a. C. y el 300 d. C.) lo que la emparenta con otros basamentos con mascarones proveniente de Belice2. Del basamento sólo se ha conservado parte de la fachada orientada al suroeste, en dos épocas superpuestas. El resto ha sido totalmente destruido para construir viviendas modernas, y el estado de conservación es calamitoso, aunque todavía podría ser salvable. Las fotos son suficientemente ilustrativas.
De las -por lo menos dos- etapas visibles actualmente, la exterior está compuesta por una escalera remitida entre plataformas rectangulares con tableros. Éstos son de proporción rectangular, cerrados no sólo por tres lados, ya que falta el inferior; están construidos y totalmente recubiertos de barro perfectamente pulido. No es el sistema tradicional empleado en Kaminaljuyú, ya que los edificios con tableros de la Acrópolis poseen un sistema constructivo a base de ixtapaltetes. Los tableros presentan en su superficie encarna discos de obsidiana circulares empotrados en el recubrimiento de barro, lo que conforma un motivo ornamental verdaderamente excepcional. Otro aspecto interesante es que los marcos de los tableros adornan escalonadamente los lados de las plataformas que los sostienen, dando una volumetría particular y marcadamente distinta a la teotihuacana.
Por detrás de esta época se descubrió una construcción similar, hoy muy deteriorada, sobre cuyos tableros existían grandes mascarones de barro pintados de colores. Según las fotos antiguas3, es posible observar que sobre su frente se habían colocado vasijas mamiformes invertidas, y que pequeñas figuras antropomorfas de barro los complementaban. En la actualidad sólo un mascarón está completo en su lugar, amenazado diariamente ya que está a la vista, simplemente cubierto por unas tablas y por un plástico semisujeto por corroídos clavos encajados a la estructura bajo la de cuerpos entablerados de la última época.
El IDAEH le colocó un techo de láminas acanaladas sustentadas en una forma bastante precaria sobre una estructura de polines y tablas de madera que están prosaicamente apoyadas sobre la hermosa y única estructura D-III-1 y que, si bien protegen el mascarón de la caída vertical de la lluvia, no impiden la erosión directa del viento y de éste en combinación con la lluvia. La presencia de este techo tampoco impide el indignante deterioro causado por la gente que sube sobre él con entera libertad, después de penetrar al lote de propiedad privada sobre el cual quedó bárbaramente encajada la estructura prehispánica a raíz del reciente fraccionamiento de una gran propiedad privada que junto con otras, ocupa la mayoría del a día en que se localizan los restos de la gran ciudad mesoamericana.
El mascarón es verdaderamente notable: consta de un tocado complejo que cuelga en forma de flecos sobre la frente, una enorme trompa que se despega del rostro para dejar pasar por debajo grandes entrelaces que me defiende la boca, orejeras complejas, redondas, con pastillaje, ojos saltones y pómulos salientes. Conserva parte de su pintura azul en la trompa, y es roja y blanca en varios otros sectores. Arriba tiene algunos tepalcates muy destruidos, provenientes de las ambas hijas que formaban parte del complejo ornamento que lo rodeaba. No hay a la fecha una publicación dedicada a estas figuras pese a su importancia, y al parecer sus exploradores las publicaron muy someramente4 ya que (posiblemente como se hizo con otros edificios) se pensaba publicarlas por separado. Pero hasta la fecha, el edificio espera el rescate de los documentos originales de su excavación -depositados en el Peabody Museum de Harvard- para que se le dedique un bien merecido libro.
Este tipo de mascarón es interesante ya que emparenta aún más a Kaminaljuyú con la arquitectura maya tradicional, quien ecólogos sus edificios con mascarones de estuco desde el Formativo, tal como lo indican los que fueron encontrados en Cerros y El Mirador pero también lo emparenta con los tableros de tipo teotihuacano, que nos retraen nuevamente a la polémica existente acerca del sentido de las relaciones entre este sitio y la gran metrópoli del Altiplano Central mexicano. Nos es imposible profundizar ahora en dicha polémica, pero sí podemos referir al interesado a la bibliografía específica5.
Sólo nos queda insistir sobre la importancia de los restos de esta estructura a fin de que se tomen las medidas necesarias para salvarla de su segura destrucción. Este es el momento de actuar a través de las dos únicas alternativas posibles: trasladar el mascarón completo al museo (obviamente para exponerlo, no para embodegarlo); cerrar el sitio al público para poder restaurar el mascarón, o por lo menos cubrirlo con un eficaz elemento de protección hasta tanto sea posible efectuar la restauración total de lo que queda de la estructura, expropiando el lote de terreno a sus actuales propietarios, dado que ya en la Ley de Protección del Kaminaljuyú (emitida en 1964), el «montículo» D-III-1 esta considerado con otros más, conforme al Artículo: «Se consideran áreas intocables las siguientes»… Conforme al sistema legislativo guatemalteco los montículos son considerados como protegidos individualmente y no como conjunto. No estableciéndose legislación particular sobre el subsuelo, éste está involucrado junto con los terrenos y la propiedad es plena por parte de quien la detenta. Por lo tanto, y en consideración de lo individual de cada «montículo», estos son realmente considerados como muebles encima de propiedades, por lo cual y si el propietario así lo desea, puede no sólo tener en propiedad del terreno, sino usarlo y modificarlo según sus necesidades, hasta el punto de solicitar de las autoridades del IDAEH la exploración del montículo en forma rápida, para después llanamente «hacer desaparecer totalmente» aquello que reste del montículo, lo cual ha sido presenciado personalmente por nosotros en el año 1983.
Los tableros de tipo teotihuacano.
En las excavaciones efectuadas en lo que o hoy se denomina como Parque Arqueológico de Kaminaljuyú, zona protegida por una alambrada y con vigilancia constante por parte de las autoridades del IDAEH, se han localizado diversas estructuras que corresponde a diferentes etapas de desarrollo cultural y que presentan el sello característico de la arquitectura teotihuacana. Aparte de los montículos A y B explorados por Kidder a partir de 1927, cabe mencionar el montículo C-II-4 conocido como la Acrópolis, que fue excavado por Gustavo Espinosa en la década de los 60, así como los catalogados como C-II-12 y C-II-14 (conocidos como la Palangana) que posteriormente fueron excavados por Sean Cárdenas y Charles D. Cheek, encontrándose tanto en una como en la otra una arquitectura con señalada influencia teotihuacana.
Cheek5 señala las relaciones en Kaminaljuyú y Teotihuacán, enmarcando éstas en los períodos siguientes:
Fase I-A 400-450 d.C. Subfase de contacto.
Fase I-B 450-500 d.C. Subfase de integración.
Fase II 500-550 d.C. a. C. Fase teotihuacana.
Fase III-A 550-650 d.C. Fase final.
Fase III-B 650-700 d.C «de retirada»
Cheek nos define estos períodos de la siguiente manera: «La Fase I es un período caracterizado por una economía de contacto no coactiva, en la forma de un sistema de cambio interregional controlado en Guatemala por una élite local. La Fase II es un periodo de contacto coactivo durante el cual Teotihuacan o un cercano aliado de éste tuvo suficiente control político sobre Kaminaljuyú, en función de un grupo completo de edificios que fueron construidos en el estilo teotihuacano. Durante la última fase, la influencia teotihuacana disminuyó y fue rápidamente reemplazada. Esto probablemente representó la retirada de Teotihuacan del Valle de Guatemala y acaso de toda la región también».
Construidas sobre el terreno virgen y no sobre otras estructuras, las edificaciones de la Fase I presentan una combinación de formas y técnicas locales con modalidades teotihuacanas. Dicha combinación se halla manifiesta en cornisas que rematan un talud (figura 3-a), alternancia de paramentos en talud y verticales (figura 3-b y c), y muro vertical culminado por un tablero bordeado por lo menos en dos costados por una moldura (figura 4-d). Todas esas edificaciones fueron efectuadas con técnicas y materiales tradicionales a base de arcilla húmeda con arena fina. En la Palangana se encuentra una estructura muy semejante a otra encontrada por Séjourné (6) en Xolalpan. La estructura en cuestión fue recubierta por un concreto local hecho a base de pequeñas piedras de origen volcánico o «piedrín», arcillas y tal, y parecido al «concreto» teotihuacano.
Durante la etapa o Fase II las edificaciones tienen similitud de elementos estilísticos así como de materiales y técnicas de construcción. Se hacen en tableros-talud de estilo marcadamente teotihuacano pero con proporciones diferentes a las del foco de influencia, sea que en Kaminaljuyú el talud suele dominar sobre el tablero, mientras que en Teotihuacan la relación talud-tablero oscila entre 1:1 y 1:6, manteniéndose usualmente entre 1:2 y 1:3 (véase p. 10). Las alfardas figuran como remate lateral de las escaleras y a su vez rematan con dados en la parte superior, un dato no observado hasta la fecha por otros autores. Se utiliza en ambos casos el tezontle para compactar pisos, recubiertos en las estructuras con aplanados similares al llamado «concreto» teotihuacano; y en lo que respecta al soporte de los marcos que limitan el tablero se usan lajas semejantes a los ixtapaltetes. En la etapa final «de retirada», subfase “A”, hay una prolongación de estilo teotihuacano pero sólo en pequeñas modificaciones de estructuras, difíciles de conocer por su alto grado de destrucción, mientras que la subfase “B” se caracterizó por un estilo de arquitectura que lo utilizó ni los materiales ni las técnicas teotihuacanas. Muchas de las estructuras de este periodo fueron construidas sobre otras anteriores y se caracterizan estilísticamente por seguir los lineamientos del Clásico Tardío.
México, D. F. abril de 1984.
Notas y bibliografía.
1. Daniel Schávelzon y Víctor Rivera, Kaminaljuyú: anteproyecto de puesta en valor, Segundo Informe, México, 1983.
2. David Freidel, “Culture areas and interaction spheres: contrasting approaches to the emergence of civilization in the Maya Lowlands”, American Antiquity, vol. 44, N° 1, pp. 36-54, 1979.
3. Las fotografías y documentos sobre el sitio, aún inéditos en gran medida, están depositados en el Peabody Museum, Harvard University, Cambridge.
4. A. V. Kidder, J. Jennings y E. Shook, Excavations at Kaminaljuyú, Guatemala, Carnagie Institution, Washington, 1946.
5. William Sanders y John Michels, Teotihuacan and Kaminaljuyú: a study in culture contact, University of Pennsylvania Press, University Park, 1977.
6. Laurette Séjourné, Arquitectura y Pintura en Teotihuacan, Editorial Siglo Veintiuno, México, 1966.
¡Muy agradecida por tan valiosa información!