Artículo publicado en la revista Habitat, número 24, Año 5, correspondiente al mes de junio de 1999, pps. 8 a 10, de la ciudad de Buenos Aires.
En el conocido Mayo parisino de 1968 hubo una frase escrita en las paredes que pasó a la historia: «La imaginación al poder». Hoy más que nunca sigue teniendo vigencia. Y un buen caso es la preservación patrimonial, donde muchas veces lo que falta es, precisamente, eso. Y para demostrarlo quiero narrar una experiencia reciente: los trabajos de arqueología urbana hechos en la calle H. Yrigoyen 3450 (1).
Todos los argentinos hemos oído hablar de Ernesto Sábato. Y que es uno de los grandes escritores del siglo no hay duda alguna; alguien discutirá su ubicación en el ranking de la literatura -si es que lo hubiere-, pero no que es uno de los primeros. Lo mismo podemos decir de Borges, Mujica Laínez, Ocampo, Mallea, Arlt y varios otros. La pregunta ahora es: ¿se ha identificado y conservado alguna casa y/o edificio de los tantos en los que transcurren sus novelas? No hablo del lugar donde nació, murió o pasó una noche; hablo de algo muchísimo más importante: los espacios físicos alrededor de los cuales se tejió su narrativa, en donde la fantasía se ubicó materialmente. La novela más importante de toda la literatura arquitectónica nacional, La casa de Manuel Mujica Lainez, ¿dónde transcurre?, ¿la casa está identificada y conservada? No, ya es tarde: poco después de publicado el libro fue demolida. Y la casa en que transcurre Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sábato, la que sí estaba identificada en las biografías publicadas desde 1971, ¿no era digna de ser conservada? Fue demolida bastante después, cuando ya todos sabíamos que casa era (se inició la destrucción en 1984 y sólo finalizó en ¡1998!). Y en ambos casos se reunían, además del hecho de ser tema -o escenario- de la gran literatura, muchos otros valores: unicidad, cronología, significación urbana y muchos más. Y ni hablemos sobre los túneles de Sábato. Volveremos sobre todo esto más adelante.
La casa en que transcurre la novela de Sábato era una quinta de grandes dimensiones ubicada en H. Yrigoyen entre Virrey Liniers y Lucero -pocas cuadras de Plaza Once-, construido el edificio principal cerca de 1860 y con un segundo piso hecho hacia 1880, aunque el terreno había sido adquirido y utilizado desde el siglo XVIII (2); muchos lo atribuían al mismo Virrey Liniers y se tejieron fantasías en torno a sus amantes, pero en realidad la quinta del famoso querendón estaba cerca pero no era esa. Hasta 1984 el edificio estaba completo y aún lucía su espléndido mirador -que tanto impactó en Sábato- con su veleta de caballito original, aljibe, balcones y molduras. Estaba deteriorado, ciertamente ya era un conventillo desde hacía años, pero estaba completo y sus jardines también incluyendo sus centenarios árboles. ¿Una quinta colonial, de una manzana completa, a cuadras de Plaza Once? Increíble: eso sólo era mérito más que suficiente para su preservación.
Al enterarnos que el ya baldío iba a ser destruido para construir dos torres de departamentos, se planeó una investigación histórica y excavaciones arqueológicas (3). Esto se centró en tres objetivos: la posibilidad de estudiar un sitio de esas características y en esa ubicación, tratar de preservar aunque sea algo de lo que pudiera existir sobre el suelo o bajo él, y reconstruir la historia con rigor académico para reemplazar los mitos que se repetían una y otra vez sobre el lugar. Al menos se empezó con eso. Más tarde, al comenzar a investigar surgieron otros interrogantes: allí había funcionado el primer asilo de huérfanas y señoritas que tuvo el estado nacional en reemplazo de la beneficencia privada; en 1875 se fundó en ese sitio el Hospital de Niños, una institución que por sí sola justificaría la importancia del lugar; un año más tarde los doctores Solá instalaron allí la primera clínica de hidroterapia del país iniciando así una nueva forma de atacar las enfermedades, de rehabilitar pacientes y de entrar de lleno al tema de la higiene corporal. Y todo esto dejó evidencias materiales enterradas, incluyendo las grandes piletas de hidroterapia cubiertas por azulejos franceses y escaleras de mármol. Fueron halladas intactas aún bajo el nivel del piso. ¿Conocía Sábato que esto estaba bajo el piso? No, por cierto no lo sabía. ¿Qué hubiera pensado si lo hubiere imaginado? Tema para que discutan los que saben del tema, o el mismo escritor que está al tanto de esto ahora. En 1984, cuando la mayor parte fue demolida, un historiador de la medicina logró rescatar la reja de la entrada, capiteles de columnas y otros objetos que ahora decoran su casa. Los vecinos del barrio, organizados, lograron recuperar la reja que estaba empotrada dentro del muro y que se demolió a finales de 1997.
Es decir, en idioma simple: el sitio tenía más que méritos para ser preservada, pero lo que nos trae aquí es reflexionar sobre la literatura y el patrimonio. ¿Alguna vez a algún funcionario se le ocurrió hacer el plano de la memoria de Buenos Aires? Es decir, simplemente ir recabando barrio por barrio los sitios significativos -edificios, plazas, espacios abiertos u otros- y marcarlos en un plano, aunque más no sea como un proyecto preservacionista a futuro. E incluir en él los sitios de la literatura nacional y barrial como hitos necesarios.
Buscar los veinte libros más importantes e investigar sus lugares físicos no era un proyecto caro ni complejo. En la década de 1970 se llevó adelante una campaña internacional bastante fuerte para que se le entregue el Premio Nobel a Borges que incluyó dinero del estado. Hacia 1983 se hizo lo mismo con Sábato. Sobre ambos han habido libros, exposiciones, biografías, conferencias, miles de discusiones académicas, pero a nadie se le ocurrió relevar los sitios que para ellos han sido importantes, y protegerlos. Por supuesto, hay quién dirá que antes hay otros sitios a proteger, quizás los lugares de la memoria colectiva sobre los grandes hechos sociales como la Semana Trágica, la Revolución de 1895 o la Masacre de Ezeiza. Es verdad, hay muchas otras cosas por hacer, pero ésta no es menos importante.
Desde la restauración de la democracia, es cierto, se ha dejado bastante de lado la concepción clásica del monumento histórico como la casa del héroe, el campo de batalla o el palacio en que vivían los menos, para reemplazarla por ideas más modernas y con preocupaciones diferentes: hospitales, edificios para la educación, espacios verdes, avenidas con homogeneidad visual, sectores y centros históricos, lugares significativos para la memoria colectiva. Pero a todos se nos olvidó la literatura; quizás sea hora de arreglar ese tremendo olvido aunque más no sea para reivindicar la memoria de los escritores, que seguramente nunca entendieron por qué la sociedad aceptaba sus libros pero no se involucraba en preservar los sitios en que transcurren esos mismos libros.
Para terminar, en el predio citado, se ha logrado la preservación de al menos la pared a la calle que conserva el portal para los carros y alguna pilastra; lamentablemente otro muro interior más antiguo y las piletas no fue posible conservarlos. Pero se pudo hacer algo y algún día ese muro será un símbolo de lo que no se hizo en su momento más que de lo que fue en el pasado (4).
Notas
1. Este proyecto fue llevado a cabo con Mario Silveira, Mariano Ramos, Guillermo Paez, Norma Pérez, América Malbrán y los miembros y colaboradores del Centro de Arqueología Urbana (IAA-FADU-UBA) en conjunto con el Programa por la Memoria, del Instituto Histórico del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
2. A los interesados en este tema les recomiendo el informe de las excavaciones, relevamientos y estudios, disponible en el C.A.U.
3. La idea inicial del proyecto fue de la Dra. Amalia Sanguinetti directora del Centro de Estudios Prehistóricos del CONICET y del Grupo ABC, artistas del barrio y militantes de la preservación patrimonial.
4. El proyecto de Literatura y memoria colectiva ha sido aceptado por el Instituto Histórico del Gobierno de la Ciudad y se está iniciando su desarrollo (febrero 1998)