Artículo publicado en la revista DANA, Documentos de Arquitectura Nacional y Americana, número 8, páginas 62 a 65, del Instituto Argentino de Investigaciones de Historia de la Arquitectura y del Urbanismo, julio de 1979, ISSN 0326-8640, Resistencia (provincia de Chaco), República Argentina.
La investigación en la arquitectura prehispánica, además de todas las dificultades impuestas por su propia especificidad, posee otras muy particulares que la diferencian como especialidad de otras áreas de la historia de la arquitectura. No sólo los métodos a emplear son diferentes, sino que en particular, son pocas las veces en las que podemos contar con construcciones más o menos completas. ¡Y ni hablar de tener textos sobre ellas! Con suerte nos enfrentamos a una serie de pequeños montículos de escasos centímetros de altura, que guardan los cimientos de una vivienda que fue realizada hace 1000 o 2000 años, en madera y paja.
Es por eso que muchas veces es necesario recurrir a otras ramas de la arqueología que nos permitan rescatar información, ya que de otra forma sería imposible reconstruir los modelos de asentamiento y las tipologías arquitectónicas del pasado más lejano. Uno de esos casos es el que aquí presentamos.
Cuando trabajamos durante 1976-7 en el Ecuador, iniciamos una tarea que consideramos en ese momento importante: la recolección de la información hasta ese momento existente sobre la arquitectura prehispánica de la costa, de la que se ha publicado un volumen (1), y más tarde seguimos con otro trabajo similar sobre la región serrana, que desgraciadamente no pudo ser finalizado. Estas notas corresponden a este último trabajo (2).
Una de las características sobresalientes de los poblados de la época prehispánica en la región serrana, era que por lo general las viviendas del pueblo se realizaban con materiales perecederos: madera, paja, cañas y barro; debido a eso, fueron totalmente destruidas con el paso del tiempo.
De todas formas subsisten aún a la vista montículos piramidales, llamados común y erróneamente «tolas», que sostuvieron construcciones sobre su parte superior; grandes montículos funerarios, fortalezas de piedra y otros edificios, en particular los realizados en la época más tardía, durante la gran invasión incaica.
Pero respecto a los poblados en general, y a las viviendas del pueblo, casi nada es lo que sabemos. De ahí que nos vimos impelidos a utilizar otros objetos que nos dieran imágenes de ellos. Por suerte, pudimos ubicar unos platos de cerámica que tienen dibujados sobre su superficie grupos de viviendas, e incluso lo que interpretamos como un poblado circular.
Lo más importante, es que estos dibujos coinciden plenamente con las evidencias arqueológicas existentes (por cierto), con maquetas de cerámica y piedra de esas regiones, con las descripciones coloniales, e incluso con algunas viviendas que en la actualidad siguen utilizando los grupos indígenas marginados de la región serrana.
Todos los platos en cuestión tienen la misma escena: un típico poblado circular serrano, con las viviendas tradicionales, el que se encuentra rodeado por un alto cerco de madera. Aunque con diferentes grados de estilización formal los dibujos son similares entre sí y fácilmente reconocibles.
Si bien nuestro muestrario no es demasiado amplio, debemos aceptar que existen en grandes cantidades. En una semana pudimos adquirir media docena de ellos en los negocios que libremente venden arqueología en Quito. Los platos que formaron nuestra incipiente colección se encuentran actualmente en el Museo del Banco Central de Quito.
Todos los platos pertenecen a las provincias norteñas de Imbabura y Carchi, continuándose éstos en la región sureña de Colombia, ya que ambas formaban un todo en la época prehispánica.
Respecto a su ubicación cultural y cronológica es poco lo que podemos decir, ya que ninguno de éstos fueron reportado por arqueólogos, sino que son fruto del inmisericorde saqueo al que el Ecuador está expuesto. Pese a eso, los podemos ubicar en las culturas Cuasmal y Negativo del Carchi, y son relativamente tardío. Desgraciadamente no existen trabajos que ubiquen con exactitud estas culturas en el tiempo; e incluso los diferentes autores de trabajos al respecto disienten sobre épocas y nombres.
Los platos son de base anular, de boca ancha y pintados del lado interior, en forma similar a otros miles que existen en la región serrana. La pintura puede ser tanto positiva como negativa, pero siempre interior. En el primer caso es roja, en el segundo negruzca. Los platos tienen representaciones similares en cuanto a formas y dibujos, existiendo algunos que hasta parecen haber sido realizado por la mano de un mismo artesano.
Debemos hacer notar que entre casa y casa aparecen unas líneas verticales, a veces unidas en sus extremos superior, las que interpretamos como un cerco de madera que rodeaba al poblado como protección.
Son notables los techos en forma de «doble huso». Hay platos en los cuales aparecen animales entre las viviendas, tales como pájaros o monos.
Podríamos agregar algo respecto a la forma de representar, dado que si bien las tasas están dibujadas en forma vertical y de frente, debido la formación con cava del plato da la sensación de estar rebatida, lo que les da una inusual perspectiva aérea.
Con referencia a la arquitectura doméstica serrana es poco lo que podemos incluir en estas breves notas, pese a que existe una vasta información al respecto. Por lo general las viviendas eran circulares con paredes de adobe o piedra; los techos se realizaban con paja y maderas. En el libro de Porras (3) encontramos la siguiente información: «parece que las poblaciones de este período (Cuasmal) estaban construidas por grupos de casas de planta circular; las hay desde 5 metros hasta 20; aunque en su mayoría tienen cerca de 12 metros. Las paredes eran bajas, de tierra prensada, posiblemente no llegaban a la altura de un hombre, de corte trapezoidal. Acaso uno o varios postes colocados al ruedo sostenían la techumbre, aunque una sola puerta daba acceso a la vivienda».
Podemos traer a colación del tema unas maquetas de cerámica que tienen representaciones arquitectónicas similares a las de los platos, en particular una proveniente del Banco Central (4), de la cultura Cuasmal. Esta, al igual que muchas otras, muestran planta circular, cuerpo cilíndrico, techo en «doble huso» y todas las características generales de las que están dibujadas en los platos en cuestión.
Creo que con estas cortas notas la intención inicial del trabajo está cumplida: dar a conocer estos platos, como forma de ir aportando material para trabajar sobre la arquitectura prehispánica y los asentamientos en la región serrana.
Antes de terminar, quisiéramos citar un hecho interesante: el que de la sierra, al igual que en la costa del Ecuador, se encuentra un mismo patrón de asentamiento, el circular. En las regiones costeñas está comprobado desde el Formativo temprano en El Real Ato (Valdivia), continuándose en Machalilla y posiblemente Chorrera.
Notas
(1) «Arquitectura y arqueología del Ecuador prehispánico», publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México; 1980.
(2) En el libro citado anteriormente se encuentra un capítulo que incluye parte de la información aquí analizada. La numeración de las piezas es la de esa publicación.
(3) P. Porras y L. Piana Bruno, «Arqueología del Ecuador», 1975; Guayaquil.
(4) Se trata de la pieza número 1-26-76 de ese museo.
Las estará y pertenecen al Museo del Banco Central de Quito, y las reproducimos por autorización de dicha institución y de la Dirección Nnacional del Patrimonio Artístico.
El platos número 101-S pertenece al señor I. Cruz, y el 104-S a la Fundación Guayasamín, ambas de Quito.
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